jueves, abril 25 2024

Y LLEGÓ LA PRIMAVERA EN 1998 by Mercedes Unzeta

De nuevo la primavera. De nuevo un año más. De nuevo me encuentro en el mismo cuarto delante de la misma ventana, ante la misma mesa y tecleando el mismo ordenador (sintiendo la misma turbación)  y teniendo los mismos pensamientos que hace un año, y un año de un año,  y un año de un año de un año, y un año de un año de un año de un año, y todavía un año más de todos los anteriores.

Viento, lluvia, olores embriaguez de emociones, deseos, postraciones. Tristeza. Tormentosa nostalgia. Abatimiento. Sed de vida. Anhelo de ilusión.

De nuevo un ciclo que se cierra sin encontrarnos. De nuevo la incomunicación nos aísla a ambos lados del Estrecho. De nuevo la primavera canta sus tristezas y humedece las ilusiones. De nuevo, una vez más, contemplo la melancólica lluvia desde mi ventana y el bajo vuelo de los mirlos con su alegre canto y, de nuevo, como siempre, mi espíritu se agita inquieto esperando esa chispa que da vida a mi vida. De nuevo nuestro desencuentro, tantas veces sucedido, vuelve a escocer como esa rozadura en la piel que no acaba de cicatrizar porque se humedece cada vez. De nuevo reniego del tiempo que no deja tiempo, de las ocupaciones que ocupan el tiempo al tiempo, de las responsabilidades que apresan el tiempo del tiempo y de todos los hechos encadenantes que arrastran el impulso envejecido en el tiempo sin tiempo.

De nuevo los vigorosos brotes verdes sugieren que todavía hay vida en el desierto, y el aliento templado del viento me trae el recuerdo plácido, ya casi velado, de antiguos y misteriosos secretos. De nuevo advierto que no es posible emprender el vuelo que cruce la línea de horizonte. De nuevo intuyo que tampoco será esta primavera el escenario del deseado encuentro.

Ya me siento mejor. El cuerpo ha ido respondiendo por su propia naturaleza resistente y  en su progreso estimula el ímpetu del espíritu que con obstinación intenta activarse. Parece que la tensión vital  empieza a despertarse de un letargo infernal (es un poco literario lo de infernal). Se balancean las ganas de trabajar, las ganas de escribir, las ganas de volar. Es un buen comienzo para finalizar. Parece que la genuina vida, según hipótesis heurística, consiste en crear permanentemente alguna cosa nueva. Yo lo intento. Empiezo a sentir que puedo continuar  creando mi versión, mi propia música de la vida.

Este comienzo de primavera viene revuelto: graniza, llueve, hace frío y hace sol.  El dorado dinero se mueve en un mundo tan inestable como el tiempo; las finanzas suben y bajan con una oscilación de mareo.

Todavía mi frágil espíritu zozobra, de vez en cuando, en los vaivenes oscuros de su desaliento.

Los mirlos no dejan de cantar

rindiendo homenaje a una primavera

que hoy como ayer

es de un apesadumbrado gris húmedo.

 

Mi corazón también está empapado estos días

de ese color plomizo.

Me encuentro en el profundo extremo de la sima,

en el punto más descendente del reflujo

de la empeñosa marea de mi existencia.

En ese incierto momento de vacío.

No se hacia dónde irán mis pasos

ni si lo andado tiene algún sentido.

Me encuentro a la espera de algo pero no sé de qué,

forzosamente detenida en la oscura espesura del bosque

cuyas robustas y frondosas variantes

sociales, económicas, familiares…,

me impiden ver la luz

y me dificultan la agilidad de escape hacia la claridad

adonde, con animoso aleteo

pudiera, quizás, remontar airosamente el vuelo.

Necesito empezar pero no sé por dónde.

La eterna insatisfacción de mi alma me acecha con intensidad.

La ambición siempre me pide más.

La exigencia absorbe completamente mi espíritu.

Quisiera abarcarlo todo, vivirlo todo, amarlo todo y sufrirlo todo,

pero…

Odio los ‘peros’.

No soporto ese parvo vocablo que limita la voluntad

y encadena el vuelo.

La vacilación me desordena.

Amo la luz, amo el horizonte,

amo sobretodo y ante todo la libertad.

Todo surge de la nada y vuelve a morir a la nada.

La vida es el ensayo de una obra que nunca tiene su estreno.

Seguir esperando es un buen intento.

O témpora o mores

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