13 de junio. ANTONIO
Aunque la gente solía felicitarle el 13 de junio, más que paduano se sentía laconero, o sea, tutelado por el eremita de enero. Quizás se debiera a su afición por la gastronomía del cerdo en general y la chacinería fina en particular. O también —la naturaleza humana presenta esos contrastes— por una tendencia al misticismo que le emparentaba de algún modo con el tebano.
Se hizo famoso entre las gentes por su buen yantar y, sobre todo, por la expresividad y donaire con que consumía los alimentos. Sus amigos le invitaban a menudo por el solo placer de verlo comer y beber con su peculiar fruición campechana y contagiosa. Cuentan de él que, en cierta ocasión, se atrevió a devorar en un sitio de postín una gran fuente de fabada con el propio cucharón de servir. No obstante, no existen pruebas al respecto, ni imagen alguna que sustente un hecho probablemente engrandecido por la tradición oral.
De su faceta espiritual hay opiniones encontradas al respecto. Algunos autores han apreciado en él ciertas dotes, a la hora de comprender las causas ocultas que mueven los hechos y las cosas del mundo, amén de alguna capacidad pedagógica para transmitirlo en forma de parábolas engañosamente desenfadadas. Para otros, no fue sino un bocalán (o tontalán, los términos varían según las fuentes) absurdo; un bluf, un falso profeta endiosado por cuatro aduladores falsarios que comentaban a sus espaldas: “Pobre hombre, no sabe si mata o espanta”.
Relato del libro : El envés de los días.

Aunque la gente solía felicitarle el 13 de junio, más que paduano se sentía laconero, o sea, tutelado por el eremita de enero. Quizás se debiera a su afición por la gastronomía del cerdo en general y la chacinería fina en particular. O también —la naturaleza humana presenta esos contrastes— por una tendencia al misticismo que le emparentaba de algún modo con el tebano.
Se hizo famoso entre las gentes por su buen yantar y, sobre todo, por la expresividad y donaire con que consumía los alimentos. Sus amigos le invitaban a menudo por el solo placer de verlo comer y beber con su peculiar fruición campechana y contagiosa. Cuentan de él que, en cierta ocasión, se atrevió a devorar en un sitio de postín una gran fuente de fabada con el propio cucharón de servir. No obstante, no existen pruebas al respecto, ni imagen alguna que sustente un hecho probablemente engrandecido por la tradición oral.
De su faceta espiritual hay opiniones encontradas al respecto. Algunos autores han apreciado en él ciertas dotes, a la hora de comprender las causas ocultas que mueven los hechos y las cosas del mundo, amén de alguna capacidad pedagógica para transmitirlo en forma de parábolas engañosamente desenfadadas. Para otros, no fue sino un bocalán (o tontalán, los términos varían según las fuentes) absurdo; un bluf, un falso profeta endiosado por cuatro aduladores falsarios que comentaban a sus espaldas: “Pobre hombre, no sabe si mata o espanta”.
Relato del libro : El envés de los días.
