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Malditas Pasiones by Ana Laura Piera

(Blog de Ana)
Dax sonrió mientras echaba a la licuadora agua, una pizca de ceniza volcánica algo de tierra roja y una ranita partida a la mitad. Una vez servido en un vaso de cristal, esperó un poco a que las burbujas que se formaron en la superficie reventaran. Se liberó un olor que le recordó los pantanos de su hogar y el recuerdo del porqué de su ubicación actual le vino a la mente:
—Necesitamos un agente en la Tierra. Los terrícolas ya llegaron a Marte y nos preocupa su eventual expansión. Usted ha sido elegido. Entrará en la Oficina Mundial de Asuntos Espaciales Terrestres «OMAET» y se hará pasar por humano. Todo lo que averigüe nos lo comunicará. Con el tiempo veremos qué medidas tomar, nadie quiere que esta raza eche a perder la galaxia como lo ha hecho con su propio planeta.
Dax no puso objeción a su jefe y fue enviado en el primer transporte disponible. Llegó a su destino discretamente y le recibió otra compatriota, Lex, quien le dio papeles, instrucciones y las llaves de un departamento equipado en Nueva York, cerca de su flamante nuevo trabajo.
—¿Cómo lo llevas Lex?
—¿Te refieres a vivir aquí y convivir con ellos? No es difícil. Son predecibles. El lugar es diferente a lo que estamos acostumbrados, pero tiene su encanto. Eso sí, debo advertirte que hay costumbres que pueden resultar seductoras. Ten cuidado con ellas. Encontrarás la receta de un batido especial que a mí me ha ayudado a digerir mejor la comida. ¡Ah! Y esto es importante. —dijo Lex extendiéndole un maletín con píldoras—. No olvides tomarte dos diarias, son necesarias para que mantengas tu apariencia humana.
A Dax le agradó la Tierra. Pronto se volvió una persona popular en la «OMAET» y era invitado regular a todas las reuniones. De madrugada enviaba la información recopilada a su jefe mediante rayos «Koon» que le permitían la comunicación en tiempo real con su planeta.
—Nada nuevo —decía Dax—. Están ocupados con Marte y no se ponen de acuerdo sobre seguir la exploración espacial.
—No hay que confiarnos. La agente Lex cree que están a punto de perfeccionar el motor magnético, con el cual podrían viajar más rápido y más lejos.
—Jefe, no hay apuro. Ellos mismos son su peor enemigo.
—Estás demasiado callado. —Dijo Denise Lasko mientras acariciaba el pelo rubio y ondulado de Dax.
—Pienso mucho en «esto» —dijo él con la mirada perdida.
—¿En qué? ¿Hacer el amor? —preguntó risueña, mientras admiraba el cuerpo atlético y las facciones casi perfectas de su compañero.
—Es simplemente maravilloso —dijo él por toda respuesta.
—Eres extraño. Me gusta tu sensibilidad y debo admitir que me gustas mucho.
Lo cierto es que Dax mantenía amoríos con varias mujeres a la vez. Su cuerpo humano le permitía interactuar con ellas de una forma impensable en su planeta natal. Se había aficionado tanto que pensaba en ello noche y día e incluso omitía cosas en sus informes de espionaje, pues no quería perturbar la vida que llevaba en la Tierra.
Una mañana, después de una juerga épica, despertó y se dio cuenta de que no se había tomado la dosis mínima para mantener su apariencia humana.
—¡Mierda! —dijo al ver a Shirley Matheson en su lecho. Por fortuna estaba dormida y ajena a la transformación de Dax. Él ahora tenía un tono de piel verdoso con algunas escamas. La cabeza había duplicado su tamaño y los ojos aparecían hundidos, la nariz era casi inexistente. El impresionante miembro entre sus piernas ya no estaba. Sabiendo que en pocas horas alcanzaría la transformación total, se encerró en el baño con sus píldoras, y rezó para que Shirley se fuera pronto.
—¡Vamos Dax! Sal, que necesito entrar.
—¡Olvídalo! Tengo una resaca tremenda. No paro de vomitar. Vete a tu casa.
Aliviado, escuchó el portazo y pensó que aquello había estado demasiado cerca.
Unas noches más tarde, su jefe le dio una noticia que le dejó helado:
—Estamos considerando una invasión.
—¿Pero por qué?
—Sus ya esporádicos informes no son confiables Dax. Hay información de Lex que sitúa a los humanos a punto de aprobar la iniciativa «Hades». Veo por su cara que no tiene idea de qué hablo. Ellos enviarán una misión a Europa, una de las lunas de Júpiter. Usted se ha dejado seducir por la vida terrestre, me decepciona. Regresará a casa y responderá ante una comisión que le juzgará.
Dax entró en una desesperación impropia de su raza. Decidió hacerle una visita a Lex.
—¡Estás echando a perder todo! —le dijo con amargura.
—¿Te has vuelto loco Dax? No podemos anteponer nuestros deseos al bien de la galaxia.
Su compañero se abalanzó sobre ella y con las manos en el cuello apretó hasta asfixiarla. Luego fue directo a la unidad de comunicación y envió un mensaje urgente:
«La información que envié no es fiable. Mi fuente se retractó. El agente Dax tiene razón. No hay motivo para una invasión. Favor de Reconsiderar. Aviso que tengo descompuesto el sistema de visualización y no me será posible enviar video hasta ser reparado».
Dax se deshizo del cadáver y luego se llevó la unidad de comunicación a su departamento.
Aún tendría algunas semanas más de placer.
Autor: Ana Laura Piera

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