Percibiendo el baño de sol, sintiendo esa sensación de ligereza al pedalear, levantó la vista para admirar las ramas, hojas de los árboles. Algunos parecían tocar las nubes, otros mostraban flores, soltó el manubrio, extendió las manos, ese ligero aire agitaba su cabellera. Tenía un brillo especial, muy relajada, feliz, había vencido dos de sus temores, dejarse ver las cicatrices, además de andar en bicicleta. <br>
Sofía había soltado el manubrio, ese tramo del parque tenía cierto declive comenzó a ir a mayor velocidad, Clifford se percata y acelera. Ella trata de frenar, un hombre estaba con un tripie tomando fotografías. Clifford logra alcanzarle y sujeta de la parte trasera, ella entonces mete los pies, frenando casi hasta con las uñas. El hombre con la cámara se había agachado buscaba un filtro dentro de su maletín (dando la espalda.)<br>
En un instante podía haber arrollado al buen hombre detrás de su lente, quien padecía de audición. Necesitaba que le hablaran con cierto volúmen además que leía perfectamente los labios. En espacios abiertos con la mezcla de sonidos se le dificultaba escuchar con claridad. Tan cerca se detuvo, que el caballero se asustó al sentir el enfrenon.<br>
Quedó sentado en el suelo, ella parecía haber hundido los pies en ña tierra, aferrada al manubrio, Cliford se bajó de su bicileta dejándola en el piso. Cuando el fotógrafó vio a Sofía se levantó, el susto se le había borrado, para dibujar una sonrisa en su expresión. Ella se disculpaba, preguntando si se encontraba bien, el buen hombre sacudiéndose el pantalón. También se presentó Sofía y él dijeron su nombre al mismo tiempo, entonces Clifford le extiende la mano. Repite su nombre, era Victor fotografo profesional, aunque no tenía cita, buscaba un antiguo edificio donde se rentaba un apartamento. Se voltearon a ver, sacó del maletín el anuncio del periódico, había llamado a la inmobiliaria, pero quizás por ser domingo no respondían.<br>
Ella le explica estar a cargo de mostrar los apartamentos, para no perder el tiempo le ofrece mostrar el inmueble de una vez. Clifford la mira con aprobación, después de que casi lo atropella, no era una casualidad. Caminaron hasta el edificio, se encontraba el portero Jerry quien había regresado de vacaciones, se turnaría con Matt, ambos eran muy amables. Entraron dejaron las bicicletas en recepción y subieron a ver el único departamento disponible, conversaban. Victor mayor que Clifford por unos tres años, barba, lentes, pelo con hilos plateados, blanco, ojos azules. Vestido un poco casual, pulcro, educado. El prefería vecinos tranquilos, necesitaba montar su estudio en casa, preguntaba si el dueño estaría de acuerdo. El espacio era perfecto para habitarlo, había viajado portanto tiempo, deseaba establecerse, era soltero. Aunque siempre dispuesto a tener novia o musa como solía llamarles. Entregó un sobre tamaño carta con todos los documentos que sabía le pedirían, estaba encantado con la forma en el cual entraba el sol. Lo llamaría en uno o dos días, había otra oferta por el mismo, la persona fue el día anterior. Se despidieron.<br>
Fueron a dejar los papeles del cliente a la oficina, Clifford la abrazó, estaba encantado con su forma de negociar, parecía formal. Todo el equipo que traía era caro, el nombre le parecía conocido, investigaría.<br>
Tenían hambre, después de pedalear tanto, ella quería que coninaran juntos, verduras salteadas con pollo. Después de comer irían a la heladería quería pobrar los gofres con helado y café, mientras contaban verduras, Clifford asentía. Le propuso se quedara a dormir para abrazarle toda la noche, le calló la boca con un beso, salteaban cebollas, zanahorias, apio, calbazas, espinacas. A parte ajo fileteado y finas rebanadas de papa mantequilla, romero, y pimentón, salsa de soya. Arroz al vapor para acompañar, una jarra de naranjada con agua mineral. Se sentaron a la barra, con manteles individuales, algo más casual. Entre los dos lavaron los platos, después, tomados de la mano fueron caminando por el postre.<br>
Al llegar a la heladería encontraron a Tania ayudando a Giuseppe a servir bolas de cremosos sabores como vainilla, canela, chocolate, capuchino. Tiramisú, cerezas, almendras, menta, albahaca, entre otros, probaron varios sabores. La recomendación para los gofres era el de queso con toque de arándanos, ordenaron además dos cafés, el especial de la casa. Cuando terminaron de atender los pedidos para llevar, Giuseppe fue a la cocina, Sofía se acercó a su amiga murmuraron algo y se abrazaron. Tenían mucho que pataticar, se sentaron con ellos, Sofía platicó lo sucedido con la bicicleta. Esa era la nueva técnica para conseguir clientes atropellarles, para después convencerles de rentar el inmueble.Lo cual ocasionó algunas risas, ambos caballeros parecían caerse bien. Organizarían una cena para los cuatro en otra ocasión.<br>
Mientras Tania y Giuseppe se preparaban para ir a cenar al restaurante del tío Carlo, lo cual sería su promera cita formal. No imaginaba lo detallista que le resultaría su enamorado. Los domingos solamente servían comidas, cerraban temprano, para convivir con la familia.<br>
Cuando llegaron una mesa con velas, eran los únicos, les sirvieron jamón serrano con melón, aceitunas, quesos, pasta, vino tinto. El tío Carlo era encantador, les cantó mientras cenaban, después Giuseppe le dedicó una canción muy romantica. Tania entendía bastante bien el idioma, esta vez ella le robaría el beso con sabor a tiramisú. Quizás conocería el pequeño apartamento arriba de los helados, estaban flechados.<br>
Mientras que Sofía y Cliford se lavaban los dientes juntos, en pijamas, listos para ver su programa favorito de los domingos por la noche. Abrazados, manos entrelazadas, besos con sabor a enjuague bucal, caricias muy estimulantes primero metiendo la mano por debajo. Como dos adolescentes en el cine, él desabotonó la blusa para comerle tales atributos. Lo cual la encendió, (ahora con más confianza.) Conociendo que excitaba al otro, para con total dedicación procurarle total satisfacción, se complacían hasta la exaltación. El camino a la habitación fue cubierto por prendas, contra el muro afuera del dormitorio, se prensaron, de pie. Piel con piel, agitados, él le dio vuelta aferrado a sus bondades, golpeteo profundo y constante, cantaron notas tan altas. Todo el día juntos, se expresaron toda esa ardiente pasión, después de besarse entraron tomados de la mano a la habitación. Dormirían solo con las sábanas ella acurrucada sobre el pecho de él, esos latidos parecían decir «te amo»…<br>
En otra ciudad lejos de ahí, el licenciado Ferguson finalmente se encontraría con esa persona, introdujo la llave en la cerradura. El batiente se abrió, antes del anochecer llegó, caminó a través del pasillo, claro sin perder detalle de los muebles, esculturas,. Arte sobre las paredes observando, llamó su atención una fotografía grande en la cual se apreciaban a detalle algunos rasgos físicos. Colocó la valija junto a la segunda puerta de una habitación. Escuchó pasos, estaba viendo hacia la ventana, unas manos cubren sus ojos con una tela que no permitía pasar la luz, al oído recibe indicaciones…<br>
Sentada sobre un cojín, descalza, una taza de capuchino espumoso me acompaña. He encendido velas por muestro mundo en total equilibrio, esa balanza necesaria entre salud, paz, armonía, empatía, sazonado con amor. El ambiente huele a una de mis mezclas favoritas, ¿será que adivinas?, una delicia para una tarde lluviosa, reunión entre amigos. Frente al cómodo sofá una rústica chimenea cálida que invita a asar malvaviscos, la mesa con servicio de café, e infusiones, bocadillos, galletas crocantes también. Mientras escucho a Beth Hart – Fire On The Floor- voz y sentimiento. Agradezco tu gentil presencia al blog.<br>
Respira profundo. Inhala con amor y exhala con pasión…<br>