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A LA ORILLA DEL RÍO by Mercedes Unzeta

Hay muchas cosas enfadosas e injustas en este sistema social al que nos hemos ido acercando poco a poco sin darnos cuenta. El río de la vida en el que yo he navegado desde mediados del siglo pasado era un río apacible, un río sereno que ha ido volviéndose más turbulento y dificultoso en el tiempo. Antes se navegaba plácidamente con el conocimiento de que las cosas que aderezan la vida estaban ahí, oferentes y perdurables, las podías coger o no coger sin miedo a quedarte sin nada. Podías elegir con toda despreocupación de no acertar; si eso pasaba se cambiaba de elección y ya, y siempre con cierto talante de felicidad.

Soy consciente de que entonces también había gente que no tenía oportunidad de elegir con tanta frescura, pero en esa falta de elección no brotaba la ansiedad,  ni el estrés, sino que iba acompañada de serenidad porque las ambiciones residían en un ámbito abarcable donde los deseos convivía con la felicidad. La felicidad y la serenidad suelen ser aliados.

Hoy el río de la vida va torrentero, a toda velocidad, saltándose las piedras y los escollos con gran alegría como si no existieran, y en el camino nos arrastra a todos a golpes de bandazos. Sólo los más listos, los que se las han ingeniado con astucia para desviar una gran parte del agua cuando circula en su apresuramiento y acumularla en su particular presa, sólo ellos se salvan de las agitaciones y vaivenes de las sequías.  Con esa agua regarán sus exclusivos huertos, huertos que irán creciendo y creciendo porque el agua desviada está muy bien canalizada para que nunca falte y pueda quedarse en seco. Estos astutos personajes suelen ganar siempre mientras que los otros, el resto de los individuos que se afanan a la orilla del torrente, que somos la mayoría, tan sólo tratamos de capturar un poco de agua para saciar la sed e ir tirando.

No sé si es suficientemente ilustrativa esta metáfora pero con ella quiero explicar cómo se ha ido instalando con bravura en la sociedad una economía de libre mercado en donde la prioridad principal de los individuos, en general, es acumular beneficios a costa de lo que sea y de quien sea. En el capitalismo todo vale mientras el fin sea el dinero y su poder. Los valores se quedaron para el pasado; la ética, el pudor, la honestidad, la vergüenza, la honradez, la dignidad, el respeto… se quedaron por el camino.

La vida se está haciendo mucho más difícil que hace décadas. Es sorprendente que todos los adelantos tecnológicos, médicos y humanitarios no estén funcionando para mejorar la existencia de los ciudadanos sino más bien parece que son utilizados para engañarles, para hacerles creer que su vida es mucho mejor, que están en el estado de bienestar, siendo por el contrario bastante  peor. El dinero ha llegado a más personas que hace setenta años, es verdad, pero también ha llegado el estrés, la ansiedad, la angustia…; un estado de bienestar relativo.  El truco, un gran truco muy eficaz, está en el desarrollo del marketing en proporción descomunal y de una manera muy sibilina. Ahora todos los mensajes a grande o a pequeña escala van dirigidos con una intención subliminal. Ya nada es lo que parece. Ya nada es limpio, autentico, veraz…, a poco que se bucee en algo, lo que sea, se puede encontrar que hay un interés detrás de todo lo que nos venden, nos cuentan, nos prometen, nos regalan, nos entusiasman…, que naturalmente no es nuestro interés, el del individuo/ trabajador/consumidor/votante, sino es del que ha conseguido, o trata de conseguir, ‘desviar y almacenar el agua’ de todos para sí mismo.

Se me ocurre pensar, como ejemplo, en las energías.  Un tema tan en la palestra de la actualidad y que nos afecta y atrona diariamente. Hace unos años se puso de moda, más bien fue una imposición de algún ente (imagino que del lobby eléctrico), el cambiar todas las cocinas, que normalmente eran de gas butano, por la cocina de vitrocerámica, era lo moderno y lo impositivo. Todas las casas de España, y supongo que de muchos otros países, se pusieron a cocinar con la electricidad. Una de las ventajas más interesante que ofrecía la promoción, para persuadir hábilmente a las amas de casa, era que la superficie de la cocina era mucho más fácil de limpiar con este nuevo sistema. Cosa cierta. Naturalmente todas las mujeres se apuntaron a abreviar sus faenas domésticas. Este cambio a tan gran escala tuvo que suponer, sin duda,  para las compañías eléctricas una inyección muy muy considerable de dineros en sus positivas cuentas puesto que hay que cocinar todos los días y varias veces al día en todas las casas. Si no hay luz eléctrica en la casa te puedes alumbrar con velas pero si te falta la electricidad  no puedes cocinar y te quedas sin comer. Necesidad básica, consumo constante mucho más importante que las bombillas… Una jugada perfecta. La electricidad sube y sube de precio pero yo tengo que cocinar, puedo encender menos luces pero tengo que cocinar, por ahí estoy pillada a los devenires del precio de la electricidad.  Y…,  pierde la clase media que cada vez es menos que media.

Llevamos largo tiempo con el agobio de que si sube o baja el precio de la electricidad. Sube mucho y baja poco. Los medios de comunicación nos acongojan (o acojonan, con perdón) en los telediarios, que suelen coincidir con la hora de las comidas, con aquello de que la luz adquiere “el precio más alto de todos los tiempos”; o, a veces, respiramos aliviados cuando “baja un poco” desde lo más alto. Nos atufan asesorándonos cómo tenemos que organizar nuestros horarios domésticos para ahorrar unos céntimos. Este vértigo de nuestra economía diaria, además de inquietar nuestra salud económica, no facilita para nada la salud estomacal pudiendo provocar una inquietante indigestión por muy buen solomillo que se tenga en el plato.

Yo no entiendo eso de ‘la subasta diaria’ del precio del kilovatio como si estuviéramos en el mercado de abastos; no entiendo este estrés que nos trasmiten los medios de comunicación y que nos condiciona nuestro estado de ánimo; No entiendo por qué no es como antes que contratabas la luz a un precio y ya, y creo que se revisaba al año, o no sé, pero no nos sofocaban las oscilaciones a la alza con intensidad diaria. No, no lo entiendo y me da pereza investigarlo. Sólo tengo la impresión de tomadura de pelo, de atropello, de explotación, de atentado. Y, naturalmente, este estrés mediático va dirigido a los que estamos en la ‘orilla’ que cada vez somos más y atrapamos menos.

Así, el caso de aquel exdiputado socialista,  Antonio Miquel Carmona, que ‘atrapó mucho’ a los 58 años, al ser contratado por la Compañía Eléctrica Iberdrola como vicepresidente con un sueldo mensual de 41.666€, según dijeron los medios informados (aunque su cargo duró 13 meses). Resultó algo escandaloso e impúdico. Asistimos estupefactos a la noticia de que la hidroeléctrica que nos estaba ‘acogotando’ diariamente con el precio de la luz  contrataba a un político por un sueldo de ese montante. Pero no era el único sueldo escandaloso de la hidroeléctrica, todos los directivos de la empresa, y de las demás empresas hidroeléctricas, tienen ese tipo exagerado de sueldos. Por ejemplo el diario Independiente daba las cifras de lo que perciben los miembros externos del Consejo de Administración, del 2020, en concepto de dietas, cifras entre 47.000€ y 188.000€ por pertenecer al Consejo, y eso que no pertenecen a plantilla, que para ellos es un trabajo complementario.  Y si seguimos buceando en las cifras que se reparten los directivos a estos niveles nos mareamos, casi tanto como cuando oímos cómo tenemos que ahorrar para poder pagar la luz al mes.

Y ya que estamos hablando de las energías le doy una vuelta al tema del gas natural. Otra imposición a la ciudadanía. Entiendo que es muy cómodo para abastecer en una ciudad a los altos edificios de pisos sin tener que estar con pesadas bombonas naranjas arriba y abajo. Pero yo me pregunto ¿No resultaba un tanto peligroso organizar la compra del gas natural con  Argel para abastecer a todo el país de calefacción y agua caliente cuando ese gaseoducto argelino tiene que pasar obligatoriamente por las tierras de Marruecos? Argel y Marruecos son dos países enemistados desde tiempos históricos, cuando los franceses, allá por mil ochocientos y pico se hizo con el protectorado de Argel y empezó a tirar líneas sobre el mapa del Sahara,  y sobre las lindes con Marruecos y organizó, a su antojo y conveniencia, las fronteras argelinas, naturalmente apropiándose de grandes extensiones de tierra de los bereberes y del país vecino.

Ya en la actualidad, en 1975, vino La Marcha Verde y Marruecos se instaló en el Sahara Español aumentando la costa atlántica de su país en 1.200 kilómetros, lo que le ha supuesto aumentar enormemente sus derechos sobre las aguas de pesca. Y, a lo que voy, Argel en este contemporáneo episodio pierde la golosa  y pretendida posibilidad de tener una salida al Atlántico, se la ha quitado Marruecos por la cara. Esta es una razón de peso por la que el país argelino apoya al Frente Polisario  y desafía a su vecino Marruecos.  Nuevo motivo de enfrentamiento entre estos dos países, Marruecos y Argel.

Bueno pues con todos estos acontecimientos sobre la mesa, que, por supuesto, los políticos tienen que saber, siempre pensé que había sido algo arriesgado apostar por este recorrido del gas Argel/Marruecos, y parece que mi pensamiento no andaba equivocado. Marruecos se enfada y corta el paso del gas a Argel, y España se encuentra en apuros sin su abastecimiento. Y para asombro nacional nuestro Presidente reconoce, por razones ocultas, el derecho de Marruecos a nuestro antiguo Sahara, dando un punch en las narices al proveedor de su gas, Argel, justo en el momento de mayor conflicto con los abastecimientos del gas en Europa a costa de la guerra de Ucrania, y, ya de paso, dejando con el c… al aire a los españoles del Frente Polisario. Las tramas políticas son insondables para los que vivimos en estado de inocencia y buena esperanza, es decir, casi todos los no políticos.

También había que haber considerado en esta compra del gas que Mohamed VI, que es un monarca un tanto voluble, un poco disparatado y muy suyo, y se enfada con nosotros (España) por un Quítame allá esas pajas, como tenemos visto, no debería haberse tenido en cuenta como un personaje muy fiable para  hacer negocios en los que debiera participar. En fin, el interés soterrado para formalizar el contrato con estos países que no tienen una trayectoria con nosotros muy amigable no lo sabremos, pero nos contaron que era lo mejor para el país; veremos, o no veremos, ¿mejor para quien?

Ese es solo un pequeñísimo ejemplo de los altos intereses que danzan a nuestro alrededor mientras los que estamos a la orilla de este río torrentoso de la vida existimos, estupefactos, y alelados, en la desazonadora corriente tan liberal como engañosa, ávida de poder y de dinero, que trata de desactivar a los que vamos de retirada y a los que van viniendo  descreídos e insumisos.

Visión pesimista, pero tal y como están las cosas en el mundo haría falta un nuevo Big  Bang, una gran explosión universal, para empezar de nuevo y recuperar valores.

O témpora o mores

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