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Profeta— By Rafael Ariza

Ella te lo advirtió: «Podrás hundirte en mil carnes diferentes, algunas mejores que las mías, pero ninguna te dará el placer que dejaste en mi piel. En ese momento llorarás por mis recuerdos. Apretarás los ojos con la esperanza de que al abrirlos sea yo la que esté bajo tus caderas, recibiendo los empujes de tu hombría.»
Y como si de una maldición se tratase, el presagiado momento llegó: estás sobre otro cuerpo, uno diferente al que un día menospreciaste; y te das cuenta de que esas piernas que se abren ante tus arremetidas no son las que añoras. Los senos cuyos pezones gritan por ser acariciados, no son aquellos que tu lengua ansía. Estás a punto de explotar y cierras los ojos, pero cuando los abres ella no está ahí. Se fue obligada por tus desprecios, por tus rechazos, por tus insultos. Entonces las lágrimas aparecen para empapar los recuerdos que atormentan a tu mente enamorada.
Su profecía se cumplió.

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1 Comments

  • Me parece un poco forzada y contradictoria esta descripción que concluye con esta frase, aunque la intención del autor tal vez fuera resaltar que el hombre se había dado cuenta de su error:
    “pero cuando los abres ella no está ahí. Se fue obligada por tus desprecios, por tus rechazos, por tus insultos.”
    Especialmente donde define la mente del hombre como enamorada. Enamorada de quien?

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