EL PELIGRO DE SER POLÍTICAMENTE CORRECTO
Ser parte apreciado de la comunidad nos mueve a mantener un comportamiento correcto, cortés y respetuoso con cada uno de sus miembros. La amabilidad en las formas y manera de expresarlas, como lenguaje, modales, sonrisas y miradas es un código inviolable para el mantenimiento del estatus y la aceptación que permanece instalado en nuestro ADN desde las cavernas.
Cuestión aparte es cómo se usa el código, para bien, para mal, para satisfacer la ambición incesante, o por bondad natural. Sea como sea, lo políticamente correcto se impone en el trato entre congéneres contra las maneras (o no maneras) bárbaras.
Históricamente, la sociedad civilizada ha alcanzado hitos de refinamiento que hoy quedaron atrás, sin que esto signifique que hoy en día no siga existiendo un protocolo. Y es lógico, reunirse alrededor de una mesa requiere de una etiqueta para demostrarnos a nosotros mismos que no somos animales, el dres code para no meter la pata en bodas y ceremonias es de agradecer, básicamente por cariño hacia los anfitriones, y así un largo etcétera de situaciones donde se impone el glamur al instinto, porque el instinto humano, generalmente sigue dominado por la parte animal no domesticada, para qué negarlo.
Con todo esto, la humanidad podría avanzar hacia ese nuevo amanecer ignoto y perpetuamente anhelado, feliz y contenta… Pero no, resulta que todo esto no es suficiente. ¿Por qué? Trataré de exponerlo del modo más simple. De alguna parte de los recónditos pliegues de la perpleja y eterna duda del ser, surgió la necesidad de proteger o salvar a los modernos ofendiditos. O la generación de la postmoderna cultura Woke.
Para los Woke con gran afán de notoriedad y ambición de trascendencia ya no quedaba nada que mover, y entonces qué ocurrió, pues que instalaron la cultura de la cancelación, o lo que es lo mismo, la censura 2.0 bajo los auspicios de evitar la ofensa aun cuando no haya ofensa. Desde su punto de vista, Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Enith Blyton, Monty Python, Ian Fleming, Los hombres G… Es decir, toda la creación libre de complejos y prejuicios anterior a 2010, es errónea y debe ser corregida incluso destruida. Y las minorías deben ser normalizadas en igualdad de oportunidades. Bien, si se hiciera de modo justo, equitativo, proporcional, correcto y erudito, mal, hacerlo por capricho y frustración. ¿Se imaginan si nos llegasen los textos de Virgilio, Shakespeare o Cervantes editados para no herir sensibilidades y bajo este falso dogma suprimiesen cierto vocabulario, estilo, y solo nos llegase un texto carente de personalidad como el redactado por una IA? También ocurre que ciertas plataformas en la decisión de ser políticamente correctas incurren en la aceptación de estos falsos dogmas y sostienen producciones sobre obras pensadas en su día para protagonistas caucásicos mediante actores étnicos provocando el efecto contrario, la faltade rigor y respeto vulnera el principio de realismo y anula la credibilidad. Las nuevas versiones de la Reina Carlota o la Sirenita conducen irremediablemente al delirio mental del espectador, que se pregunta inevitablemente qué ocurriría si alguien reinventase El príncipe de Bel-Air con un reparto estrictamente nórdico, atendiendo a ese mismo prisma… Poder hacerse se puede, ¿no?
Pese a todo lo expuesto, no lo digas, no. No se te ocurra. El peligro de ser políticamente correcto hoy en día nos conduce directos al precipicio como especie, perderemos nuestra esencia, nuestra verdad y nuestra autenticidad y pasaremos por la vida como esas hileras de maniquíes sin cabeza, cuyos torsos desnudos anuncian las rebajas. Porque anteponiendo tanta insólita e insolente corrección artificiosa y desalmada, nos hemos rebajado a una subespecie de inteligencia perdida donde la estulticia gobierna a placer, en el triunfo desnaturalizado de la sinrazón. No lo quiera Dios por más tiempo, que aún estamos a tiempo de combatirlo. Amén.
23.06.23 Verbena de San Juan
Ser parte apreciado de la comunidad nos mueve a mantener un comportamiento correcto, cortés y respetuoso con cada uno de sus miembros. La amabilidad en las formas y manera de expresarlas, como lenguaje, modales, sonrisas y miradas es un código inviolable para el mantenimiento del estatus y la aceptación que permanece instalado en nuestro ADN desde las cavernas.
Cuestión aparte es cómo se usa el código, para bien, para mal, para satisfacer la ambición incesante, o por bondad natural. Sea como sea, lo políticamente correcto se impone en el trato entre congéneres contra las maneras (o no maneras) bárbaras.
Históricamente, la sociedad civilizada ha alcanzado hitos de refinamiento que hoy quedaron atrás, sin que esto signifique que hoy en día no siga existiendo un protocolo. Y es lógico, reunirse alrededor de una mesa requiere de una etiqueta para demostrarnos a nosotros mismos que no somos animales, el dres code para no meter la pata en bodas y ceremonias es de agradecer, básicamente por cariño hacia los anfitriones, y así un largo etcétera de situaciones donde se impone el glamur al instinto, porque el instinto humano, generalmente sigue dominado por la parte animal no domesticada, para qué negarlo.
Con todo esto, la humanidad podría avanzar hacia ese nuevo amanecer ignoto y perpetuamente anhelado, feliz y contenta… Pero no, resulta que todo esto no es suficiente. ¿Por qué? Trataré de exponerlo del modo más simple. De alguna parte de los recónditos pliegues de la perpleja y eterna duda del ser, surgió la necesidad de proteger o salvar a los modernos ofendiditos. O la generación de la postmoderna cultura Woke.
Los Woke querían rebelarse, pero llegaron tarde, esa es su tragedia, ya todo había sido cambiado por las generaciones anteriores y las sociedades preestablecidas movidas con ello a grandes cambios, culturales, sociales y de pensamiento.
Para los Woke con gran afán de notoriedad y ambición de trascendencia ya no quedaba nada que mover, y entonces qué ocurrió, pues que instalaron la cultura de la cancelación, o lo que es lo mismo, la censura 2.0 bajo los auspicios de evitar la ofensa aun cuando no haya ofensa. Desde su punto de vista, Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Enith Blyton, Monty Python, Ian Fleming, Los hombres G… Es decir, toda la creación libre de complejos y prejuicios anterior a 2010, es errónea y debe ser corregida incluso destruida. Y las minorías deben ser normalizadas en igualdad de oportunidades. Bien, si se hiciera de modo justo, equitativo, proporcional, correcto y erudito, mal, hacerlo por capricho y frustración. ¿Se imaginan si nos llegasen los textos de Virgilio, Shakespeare o Cervantes editados para no herir sensibilidades y bajo este falso dogma suprimiesen cierto vocabulario, estilo, y solo nos llegase un texto carente de personalidad como el redactado por una IA? También ocurre que ciertas plataformas en la decisión de ser políticamente correctas incurren en la aceptación de estos falsos dogmas y sostienen producciones sobre obras pensadas en su día para protagonistas caucásicos mediante actores étnicos provocando el efecto contrario, la faltade rigor y respeto vulnera el principio de realismo y anula la credibilidad. Las nuevas versiones de la Reina Carlota o la Sirenita conducen irremediablemente al delirio mental del espectador, que se pregunta inevitablemente qué ocurriría si alguien reinventase El príncipe de Bel-Air con un reparto estrictamente nórdico, atendiendo a ese mismo prisma… Poder hacerse se puede, ¿no?
Pese a todo lo expuesto, no lo digas, no. No se te ocurra. El peligro de ser políticamente correcto hoy en día nos conduce directos al precipicio como especie, perderemos nuestra esencia, nuestra verdad y nuestra autenticidad y pasaremos por la vida como esas hileras de maniquíes sin cabeza, cuyos torsos desnudos anuncian las rebajas. Porque anteponiendo tanta insólita e insolente corrección artificiosa y desalmada, nos hemos rebajado a una subespecie de inteligencia perdida donde la estulticia gobierna a placer, en el triunfo desnaturalizado de la sinrazón. No lo quiera Dios por más tiempo, que aún estamos a tiempo de combatirlo. Amén.
23.06.23 Verbena de San Juan
1 Comments
Opino que eso de ser “políticamente correcto” lo inventaron para hacer de los “tontos útiles” una manada de borregos controlable, mansa y fácilmente manipulable. Lo que buscan los “progresistas” hoy en dia ya se había logrado en los años 60, al menos en EEUU y en casi toda Europa. Aquí no, pero si llego, de cierto modo, aunque no a la cultura “mainstream.” Pero lo que está pasando aqui es peor que el correctísimo politico, es el absurdísimo sub-normal que quiere tapar el sol con un dedo y decir que somos nosotros y nosotras cuando en castellano el plural incluye a ambos masculinos y femeninos… Interesantes observaciones que has hecho. Un saludo.