domingo, diciembre 3 2023

PERDONE QUE NO ME IMPORTE by Lucas Corso

Últimamente he tenido dificultades a la hora de escribir uno de estos artículos. No ha sido por falta de ideas, esas siempre le rondan a uno la cabeza. La realidad es que no he encontrado motivos para querer compartir mis pensamientos con nadie. Así que finalmente he decidido dejar aquí escritas unas pocas lineas acerca de precisamente eso: mi creciente desinterés por querer compartir aquello que me gusta, que me emociona o que me aterroriza.

En los últimos tiempos ha ido todo importándome bastante menos de lo que ya acostumbraba. O dicho de otro modo: está todo siempre en perspectiva. En una muy grande. En una ocasión, sentado en alguna parte ocupando mi tiempo en algo que ni siquiera recuerdo, pensé en si estaría deprimido. Luego me di cuenta que no dejaba de pensar en todos los discos que quería comprar y escuchar, en los libros que tenía por leer, en la gente a la que quería ver y las cosas que quería hacer con ellos. No me pareció una actitud muy depresiva, con lo que no volví a pensar en el tema.

Por ejemplificarlo de una manera más concreta: el otro día leía una noticia acerca de cómo cada vez más jóvenes de entre treinta y cuarenta años todavía viven en casa de sus progenitores ante las dificultades económicas para poder emprender una vida independiente. A mí me agradó ver que todavía se nos consideraba jóvenes. Lo demás no es que me pareciese bien, pero en fin, peor será vivir en la calle, ¿verdad? Luego está todo el tema de los sueños rotos, las metas cada vez más lejos y la impotencia de una vida que no puede ser vivida como uno desearía, una vida que no se siente del todo realizada, pero yo vivo fuera del hogar que me vio crecer y oiga, siento un poco de todo eso también. Y además palmo dinero cada mes. Así que dejé la noticia a medias y me fui a otra cosa. Es sólo un ejemplo, pero me vale para que me entiendan ustedes: no es que me dé igual, es que ni eso.

La cuestión es que las cosas no me parecen que sean ni buenas ni malas, tan sólo son, y por lo tanto no veo motivo para ir pregonándolas. Como que sienta bien eso de apreciar lo que uno tiene, sea mucho o poco, y encogerse de hombros ante todo lo demás. Dave Chappelle, un cómico odiado por esa clase de personas que con su inquina no hacen más que halagar a la persona a la que dirigen su odio, explicaba que de pequeño pasaba frío porque en su casa apenas tenían recursos, y que en un arrebato exclamó que estaba harto de ser pobre. Su padre, muy serio, le explicó que él no era pobre, y que ser pobre no era más que una mentalidad, una de la que no muchos se recuperan. Tú no eres pobre, le dijo, tú estás arruinado. La gente reía al escuchar este golpe final. Yo también. Había algo en ello que me divertía sobremanera. Su padre continuaba diciéndole que aquello por lo que pasaban tan sólo eran circunstancias financieras que esperaba superar muy pronto, a lo que Chappelle le decía Papá, da igual cómo quieras llamarlo: es bastante incómodo. Quizá la incomodidad sea la respuesta final: sentirse cómodo en tus propios zapatos es algo tan aparentemente imposible, porque parece depender de múltiples factores externos y ajenos a uno mismo, que cuando se consigue sin que nada haya cambiado de una manera evidente uno se pregunta eso de ¿habrá estado todo realmente sólo en mi cabeza?

Los problemas son los mismos, si no más, las dificultades económicas, sentimentales, personales, etc. siguen ahí de una manera u otra y el tiempo para afrontarlas es cada vez más limitado, pero de repente uno se siente bien y vive la vida con solera y hasta cierta tranquilidad. Y encuentra que el silencio le reconforta, entendiendo por silencio no la ausencia de ruido alrededor nuestro sino en nuestra cabeza, traducido además en una escasez de palabras dichas y escritas que no es fruto del no saber qué decir, sino más bien del para qué si nadie está escuchando realmente. Y sentirse bien con ello. Y no es rendición, ni complacencia, ni que uno se haya vuelto bobo y lo acepte todo sin más, como un simplón que no es capaz de reflexionar. Es tan sólo la imperiosa falta de necesidad. No necesitar nada para acabar apreciándolo todo. Creo yo, porque, ¿saben qué? Tampoco es que me importe mucho.

1 Comment

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  1. 1
    Ana de Lacalle

    “Y no es rendición, ni complacencia, ni que uno se haya vuelto bobo y lo acepte todo sin más, como un simplón que no es capaz de reflexionar. Es tan sólo la imperiosa falta de necesidad. No necesitar nada para acabar apreciándolo todo. Creo yo, porque, ¿saben qué? Tampoco es que me importe mucho.”

    Esto lo dice TODO!!!! Es, sin duda, la experiencia que proporciona el tiempo vivido.

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