jueves, abril 25 2024

El cambiazo by Frank Spoiler

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Cuando me pedí este consolador en forma de pene, buscaba satisfacer una demanda  sexual en forma de erección grande que llevaba tiempo queriendo probar, no en mí, que quede claro (quiero decir que no para probarla en mí), primero, no soy gay, segundo, que no creo que me entrara por el “ojete” (culo en Castellano antiguo). Me lo pedí para lograr de una puñetera vez satisfacer a Amanda, mi esposa. Tristemente “mi arma” , tenía la polvora mojada y hacía tiempo que no era capaz de satisfacerla. No al menos con “mi cacharro”, por lo demás flácido y lánguido. A si que, cuando me llegó el invento, mediante un servicio rápido y eficiente de mensajería, muy discreto. Me lancé a preparar mi plan de ataque. Lo primero que hice fue desembalarlo, y obviamente  conocerlo. Tenía que hacerme “su amigo”, saber su reacción y el cómo se desenvolvía o si era de fiar o no. Pude comprobar que sí, estaba fabricado de material de silicona y ABS, para una perfecta protección del medio ambiente, sin olores raros, ni tóxicos para la salud, además de cálido al tacto y muy suave y elástico (hasta se podía doblar sin distorsionarse), con una buena base de succión de gran alcance, por debajo del glande estaba cubierto de venas, para hacerlo más realista, y con sus medidas (20`32 centímetros de largo y 3´81 de grosor la punta). ¿No me digáis que no era para volver loca a cualquier mujer?

Al fin decidí lo que iba hacer y, la fecha y hora donde acontecería tal suceso: El sábado, día en el que ella solía estar “más dispuesta” a relacionarse conmigo, y sobre las 23:30 h. Hora en la que ella dormía o follaba, (sí, es bastante “rarita” en sus cosas). Lugar, nuestra cama. Para evitar problemas y no me descubriese, escondí el objeto lúdico en un lugar donde sabía ella no iba a mirar (entre mis calzoncillos y calcetines) y esperé pacientemente al sábado, estábamos a martes, así que, tocaba tener paciencia y esperar.

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Soy un idiota, me enredé con los amigos en el bar, viendo al Madrid y me olvidé, ahora ella estará además de cabreada, dormida… En fin, algo mareado, por las cervezas que me bebí, (el Madrid ganó), ando despacio hacia nuestro dormitorio, antes me quité los zapatos en la entrada para no hacer ruido, no quería despertarla, no fuera que me tirara con algo. Al entrar veo sorprendido que el televisor está encendido, bueno no fue eso lo que me sorprendió, estaba ya acostumbrado a verla dormirse viendo sus series favoritas mientras yo roncaba a su lado. Pero esta vez fue diferente, en la pequeña pantalla vi que estaba viendo una peli porno… la miré y entonces vi que se removía inquieta, como si estuviese soñando con algo excitante (no me extrañaba claro), en ese mismo instante en la tele, un negro con una “traca”, de medio metro por lo menos, se la estaba “clavando” a una de las actrices (eran tres, dos rubias y una morenaza), y era una de las rubias la que lo “recibía” por el ano… ¡Qué salvaje por dios! ¿Cómo le podía caber aquella “cosa” por el culo? Las otras dos se “comían” la una a la otra (no digo el qué por no haceros sentir envidia). Mientras me desnudaba no quitaba un ojo de la tele, por esa razón no me di cuenta que mi mujer ya estaba esperándome de espaldas sobre la cama y abierta de piernas cual atleta olímpica de gimnasia rítmica. Estaba tan desesperada que ya no se acordaba de “mi problema”. Y sí, se lo recordé muy pronto, cuando al abalanzarse sobre mi miembro, a lamer, succionar y menearlo. Enseguida vio que era inútil, aquello no se enderezaba ni metiéndole un clavo del 15 por el culo y conectado a una toma de corriente de 220 voltios.

Amaba mucho a mi mujer, tanto como la deseaba. Aunque mi sexo, tristemente para mí, no pareciera importarle y se mostraba frío y reacio a comportarse como debiera, en tan importantes circunstancias como aquellas.

Pero no estaba dispuesto a consentir que esa noche, ella, se fuese a dormir nerviosa e insatisfecha como tantas otras noches como aquella, no, señor, esta vez tenía un “plan” magistral, así que, la aparté firme pero dulcemente de mis vergüenzas “muertas”, y le endosé un beso, largo, húmedo y profundo en su boca, enroscando con pasión y ansias su lengua.

Después fui bajando por su cuello, sus hombros, senos, hasta llegar a sus enhiestos pezones púrpuras, como cerezas maduras esperando su recolección. Mientras mi lengua jugaba con sus deliciosas cerezas, mis dedos escudriñaban ya, cotillas y curiosos, su clítoris, duro, excitado y ansioso, un diminuto pene pero, con los latidos desenfrenados y con las ansias de un gigante, en busca desesperada de la cima del placer, con gemidos, gritos entrecortados y respiración acelerada y ruidosa.

No la dejé llegar, sin brusquedad, le di la vuelta y puse de espaldas a mí.  Sus aún hermosas nalgas se mostraron entonces sin pudor ante mis ojos enamorados. No se quejó, aunque se revolvió un poco incómoda por la interrupción, aunque no fue mucho tiempo, en menos de lo que tardo en escribirlo, ya tenía el enorme Dildo entre mis manos, al que mojé abundantemente con su propio flujo tras ponérmelo alrededor de mi cintura antes de penetrar en su cueva, sin pedir permiso para entrar. El estremecimiento que noté en su cuerpo al sentir como “aquella cosa extraña”, entraba en su interior, no fue más que un murmullo de apenas un segundo, después, oí sus jadeos, gemidos y grititos de placer mientras ella me gritaba ronca de excitación

―. ¡Ay, Juan, Juan, amor, sigue, sigue y no pares por tu madre! ― fueron la melodía dominante de aquella noche de “borrachera” de amor, sexo y rock and roll.

Qué mi amada esposa nombrara a voz en grito a otro que no era yo… ¿no cuenta, verdad?

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