Querida Eva,
No sabes cuánto lo lamento.
Siento que no hay nada que ya pueda decir o hacer… simplemente darte tiempo y espacio para que vuelvas a SER.
Sabía que no era bueno para ti, pero te obligué a entrar en ese juego macabro en el que tus preguntas nunca obtenían respuesta, en el que tu felicidad siempre fue lo de menos. Siento haberte empujado a querer más, a pensar que cambiaría, a poner la otra mejilla, a querer…
A querer a quien no te merecía, a obligarte a quedarte cuando querías salir corriendo con la excusa de que eso hubiese sido muy cobarde.
Excusas Eva, por todos lados excusas. Y yo pretendiendo que estaba bien…
No sabes cuánto lo lamento, Eva…¡joder!
He permitido que te dejaran con el alma rota, por partida doble; los dos lo hicimos mal, yo y él.
Espero que puedas perdonarme, espero que puedas olvidarle.
Siempre tuya,
Eva.
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