Imagen tomada de Pinterest
En cuántas historias te he narrado; algunas reales; otras, inventadas (por cierto, a estas últimas jamás les ha faltado un ápice de verdad). Te he dibujado con el pincel de la esperanza en buenas y malas anécdotas; te he vestido de colores en cuentos de hadas, en fábulas perpetuas, en versos. Soy tu madre. ¿Que ya lo sabías? ¿Sí? ¿Por qué crees que lo sabías? ¿Porque tienes mi carácter?, ¿así de simple?… ¡Espera, espera, no te enfades! No soy tu hacedora. Ya eras y estabas mucho antes, lúcidamente palpitante. Si acaso, fuiste concebido no por mí, sino por ese apéndice del alma que llamamos pasión. Naciste espléndido, de parto natural. Tu alumbramiento fue un trance doloroso que me obligó a extirparme esa parte de mi ser donde anida el raciocinio. Pero no me importó y no me importa. No podía dejarte allí, en la bruma, cianótico por falta de oxígeno, condenado a morir prematuramente. Entonces, naciste y te di un nombre: «Sueño». Desde ese día, te arropo y alimento intentando protegerte de las castrantes ponzoñas que te acechan. Créeme, hago lo mejor que puedo para que no mueras, no lo olvides. Eso sí, no se lo digas a nadie. ¿Lo prometes?
Rosa Marina González-Quevedo
Enviaseló a tus amigos:
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
+ There are no comments
Add yours