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libres, digitales, inconformistas

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LIBRERÍAS by José Luís Serrano

Imagen facilitada por el autor

Las librerías son lugares de los que conviene que cuidarse. Se te presentan desde sus escaparates donde lucen tentadores ejemplares de vistosas ediciones de libros de mapas con sugestivos desplegables o una pila ordenadísima con la última novela de lo que taimadamente llaman autor de culto y ahí empiezan esos parentescos al bies… en alguna esquina, se ofrece, seductor, un libro de fotos de alguna ciudad que tú conoces o a la que te apetece ir o quizás, disfrazado de arte, otro libro de fotos de bellísimos cuerpos de hombres y mujeres en los que el blanco y negro resta todo apunte de cotidianeidad y reubica la carnalidad en  territorios insondables pequeños textos suministran coartadas innecesariamente  intelectuales al deseo... Poco más allá los enormes tomos de una prestigiosa enciclopedia te proponen disponer de todo el saber acumulado…

Cuando irremediablemente caes en alguna de esas trampas y entras en el local mezcla de antro y templo, a poco que te descuides, alguien entre oficiante y rufián, si no ambas cosas al tiempo, acaba por someterte…

Pero, al contrario que las bibliotecas públicas, todo aquí tiene una etiqueta con un precio que te hace saber que está a disposición de quien pueda desprenderse de algo de dinero. De aquellos a quien no afecte destinar una parte de su potencial no ya a la alimentación o al vestido, sino a adquirir un libro. O dos. O tres. 

Y el dinero solicitado cuantifica lo que de trampa tiene. Porque tú crees que si quisieran engatusarte simplemente te lo ofrecerían gratis para que te avinieras más fácilmente a probarlo. Pero no. La trampa es aún más perversa. El alto precio de la manzana hace que el adán que eres, realice orgulloso el esfuerzo económico que se le exige y satisfaga, inocente, el peaje para exhibir ufano el libro en sus anaqueles. Y aún más: puede que el mercader engole la voz y pronuncie “Cultura”  -y sus sinónimos- como un mantra, un arcano, como una letanía que no puede decirse (él dirá “cuya declamación requiere”) sino ahuecando la voz, agravando el acento…

En algún lugar te espera, acaso, un libro. Puede que no sea un vistoso tomo con ilustraciones expuesto en atril preferente. Quizás no sea más que una humilde colección de páginas encuadernadas a lo pobre y cuya tapa sólo se diferencia del resto del libro por el color. Pero lo que cuenta en sus líneas, lo que insinúan sus puntos suspensivos, lo que entre interrogantes manifiesta… puede cambiarte la vida para siempre. Acaso te haga pensar -acto revolucionario en sí mismo- que te llevará por la senda de intercambiar pensamientos con otros a la búsqueda de una luz tal vez común… puede que sea germen de acciones futuras por las que hayas de confesarte ante obispo o comisario… o aún peor: ante ti mismo. Amén. Las librerías son lugares que conviene cuidar…

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2 Comments

  • Muy cierto. Ya cuando uno entra casi casi sabes que vas a salir con algo. Saludos.

  • Buen día, Ana!!
    Ya veo que padecemos de lo mismo. Afortunadamente es una dolencia que a poco que la cuidemos nos va a durar…
    Saludos
    J

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