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LA LEYENDA DE OSAIN AGÉ by Rosa Marina González-Quevedo

PRÓLOGO DE EL POEMARIO. EL RÍTMO DEL CONJURO

LA LEYENDA DE OSAIN AGÉ  EN «EL RITMO DEL CONJURO»

Antes de iniciar la lectura de El ritmo del conjuro, deseo contar a los lectores una historia que no existe a ojos de quien mira ni a oídos de quien oye, sino a ojos de quien ve y a oídos de quien escucha: la leyenda de un mago-curandero que, un día, sintiendo la necesidad de romper los límites de su oscura existencia, se lanzó a recorrer el planeta para descubrirse en todos y cada uno de sus mágicos rincones.

Algunas premisas importantes: los historiadores que se han ocupado (y se ocupan) de estudiar la cultura yoruba coinciden en ubicar el  nacimiento de la misma en Nigeria, en una ciudad ancestral llamada Ile-Ife, matriz geográfica de uno de los sistemas de conocimiento más antiguos de la humanidad: el sistema adivinatorio conocido con el nombre de «Ifá».

Siguiendo las tradiciones de los taitas africanos, cada persona viene al mundo a cumplir una tarea específica; es decir, no nacemos y vivimos por casualidad (esta no existe) sino porque debemos obrar en un sentido determinado mediante la realización de acciones necesarias. De esta forma, utilizando los secretos de la adivinación de Ifá ─y con la mediación de intérpretes o magos─ cada ser humano puede llegar a saber qué ha venido a hacer al mundo y qué camino debe seguir para superar sus propios errores.

Sin embargo,Ifá no es solo un sistema adivinatorio, sino también la palabra empleada para designar al máximo orisha[1] del panteón yoruba; en este caso, al dios cuyo nombre es Orula (también conocido como Orunmila): como sucede en cualquier culto politeísta, también en el sistema de Ifá cada orisha entra en una especie de escalafón (algunos son orishas «mayores»; otros, «menores»). Así, según la leyenda, Olodumare (Dios Supremo) le otorgó a Orula la autoridad de convertirse en una especie de portavoz de los misterios del Cosmos, siendo capaz de comunicar al resto de «sus colegas» las reglas de la adivinación.

No obstante, sea cual sea su categoría, a todos y a cada uno de los orishas les espera cumplir tareas específicas en la Tierra. A estas tareas se les llama «caminos». Y, por supuesto, no todos los santos tienen los mismos caminos, como tampoco el mismo número de ellos.

Entonces... ¿Quién es Osain, máximo protagonista de El ritmo del conjuro?

Pues bien, Osain es el orisha que rige la Naturaleza y sus secretos. Como el resto de sus congéneres, posee cualidades antropomórficas, cobrando figura humana: es tuerto, tiene un solo brazo, una sola pierna, la cabeza desproporcionada con relación al cuerpo y una oreja más pequeña que la otra por la que logra escuchar lo imperceptible al ser humano (así lo describen las viejas leyendas africanas). Vive en la copa de altos árboles frondosos (el roble es uno de ellos). Se alimenta de la calabaza y de las hierbas que los seguidores del culto colocan en el interior de un güiro (cuelgan el güiro de las ramas del árbol en el que habita el orisha). Conoce los secretos de los cuatro elementos naturales (aire, agua, tierra y fuego) y, muy específicamente, aquellos del monte. Tiene dieciséis caminos: Agé es el primero de ellos, tal vez el más importante de todos, pues es el que le permite no solo sanar o matar ─usando hierbas y venenos─ sino también adivinar. Por todo ello, su poder es enorme en el escalafón de los dioses, siendo considerado el mayor de los orishas después de Orula.

Por supuesto, siendo una entidad energética muy fuerte, Osain tiene que cumplir con una disciplina muy rígida en su paso por la Tierra. Así, en su culto, solo los hombres (especialmente, los babalawos) pueden consagrase[2] a él y convertirse en osainistas. Mientras tanto, las mujeres tienen que conformarse con servirle, poniéndole ofrendas y cantando cantos religiosos.

Hay una infinidad de patakíes[3] que tratan de justificar el por qué Osain está reservado solo a los hombres. Una de estas leyendas cuenta que, en cierta ocasión, infringiendo las reglas, Osain se enamoró de una mujer que se acercó a su árbol y que, atraído por la fémina, llegó a revelarle los secretos escondidos en la calabaza que tenía por ofrenda. Sin embargo, la mujer quiso dominarlo por completo. Y sin darse cuenta, se olvidó de apartarse de él durante su ciclo menstrual. Así, atraído por la sangre, Osain ─que es muy carnívoro─ la devoró: ello explica por qué la consagración a este orisha ha sido prohibida al género femenino. Aunque también hay versiones diferentes: otro patakí cuenta, por ejemplo, que fue un osainista quien permitió que su mujer se acercara al orisha y que ─viendo cómo su siervo infringía las reglas del culto─ Osain usó sus poderes para privar de menstruación a la intrusa, convirtiéndola en hombre (acercamiento al tema de la androginia).

Y bien, siguiendo algunas de las anteriores leyendas, en El ritmo del conjuro he creado mi propia historia, fantaseando con figuras femeninas que acompañan a nuestro orisha en su recorrido por tierras lejanas; entre estas, Lulú (personaje magistralmente interpretado por Louise Brooks en La caja de Pandora): encerrada en el celuloide del cine mudo, Lulú representó un estereotipo de tonta y prostituta. Sin embargo, con su belleza, en mi historia logra atraer a Osain Agé. Este, en un inicio, trata de destruirla ─como hace con el resto de las hembras que se le acercan─, pero pronto decide «sanarla» de sus males, ayudándola a romper con su estereotipo, integrándola a los secretos de la magia y reconociéndole el don de sabiduría que posee. Así, en El ritmo del conjuro,Lulú será iniciada por Osain Agé  en algunas de las más importantes tradiciones del chamanismo universal.

Por otra parte, en El ritmo del conjuro, Osain Agé ─que puede convertir a una mujer en hombre y viceversa siempre y cuando se le antoje─ se propone revelar los secretos del huevo universal primario, esencialmente andrógino. Y para ello, dejándose llevar por el ritmo del latin-jazz, visita night-clubs caribeños y neoyorkinos, descubriendo el modelo «hombre-mujer» llamado «Amanda Lear» (el orisha no sabe si logrará descifrar su enigma usando el arte adivinatorio de Ifá)... Y descubre también el misterio de Lilith (la primera mujer de la Tierra) y el hechizo de la maga Morrigan y de otras sacerdotisas y mujeres sabias.

En El ritmo del conjuro, pues, el orisha-curandero tiene una misión: viajar por todo el planeta, a fin de revelar la convergencia de muchas leyendas escondidas en el ritmo de un conjuro universal. Y así, danzará. Y cantará. E invocará los elementos de la Naturaleza al son de todos los ritmos posibles, descubriendo, por fin, que la verdadera magia solo se realiza en el ritmo de la poesía.

©Rosa Marina González-Quevedo, El ritmo del conjuro (Editorial Fleming, 2020) https://www.amazon.es/gp/product/B0BHB59C9Y/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p1_i0


[1] En los cultos de tradición yoruba, un orisha es una entidad energética materializada en elementos de la Naturaleza y definida como deidad.

[2] Esto es lo que en santería se llama, comúnmente, «hacerse santo» de un determinado orisha. Ello significa cumplir un rito de iniciación más o menos complicado. A partir de la iniciación, este orisha gobernará la cabeza de la persona. De esta forma, el iniciado deberá dedicarse de por vida a compartir energéticamente con el orisha al cual se ha consagrado.

[3] Patakíes son las leyendas que cuentan los avatares de los orishas en la Tierra, cuando se manifiestan con características humanas.

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