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Astrid Lindgren, la mujer que había detrás de Pippi, la niña más fuerte del mundo


Escritora superventas, editora y creadora de opinión. La autora de Pippi Calzaslargas, Emil o Ronia promovió leyes contra el maltrato infantil y animal y diseñó un universo literario sin tabús con un código propio. Su nieta Annika visita la Feria del Libro de Madrid para hablar de su extensa obra, poco conocida en España. Publicado en El país By Patricia Gosálvez


La escritora Astrid Lindgren, en 1978, en el piso de Estocolmo en el que residió durante seis décadas.

“No era una abuela cualquiera, era la abuela más famosa de Suecia y de niños no nos gustaba nada compartirla… La gente la paraba por la calle para preguntarle todo tipo de cosas, le mandaban miles de cartas y ella trataba de contestarlas todas”. Annika Lindgren coge una máscara japonesa de un estante: “Era fantástica, jugaba como uno más, la recuerdo poniéndose esto para aterrorizarnos por la casa diciendo que era una bruja; pero también trabajaba muchísimo y no se la podía molestar cuando escribía”. La casa es un amplio y discreto piso de Estocolmo, ahora visitable, donde Astrid Lindgren vivió durante seis décadas. Aquí pergeñó las aventuras de Pippi Calzaslargas al poco de mudarse en 1941, un día que su hija Karin, febril, inventó el nombre y le pidió la historia que había detrás. “Era un nombre tan extraño que debía pertenecer a una niña que también lo fuera”, explicaría después la autora.

Astrid era entonces un ama de casa de 34 años con dos niños pequeños, casada con un directivo, que trabajaba esporádicamente de secretaria y pasaba las tardes en el Vasaparken que se ve desde la ventana, con las otras “señoras del parque”. Cuando murió en esta misma casa en 2002, a los 94, era una escritora consagrada con decenas de novelas y decenas de millones vendidas, una presencia habitual en los medios, el ubicuo rostro en los billetes de 20 coronas y la primera editora especializada en literatura infantil de Suecia en la editorial Rabén & Sjögren, que estaba a punto de quebrar cuando publicaron Pippi en 1945, y que ella ayudó a convertir en la punta de lanza de la vanguardia nórdica.
“Lindgren era mucho más que esa figura de la anciana sabia, la folklórica sagotant: la contadora de cuentos romántica, intuitiva y solitaria que ella misma alimentaba en las entrevistas, a sabiendas de su potencial mediático”, opina Malin Neuwarck, especialista de la Universidad de Uppsala y del Instituto sueco del libro infantil, para quien “el mito Lindgren” se queda corto.
“Detrás, había una creadora multifacética que controlaba metódicamente todos los procesos editoriales, que editaba sus manuscritos en busca de una voz muy concreta y que, gracias a su rol profesional, lejos de estar aislada, debatía con sus coetáneos y se sentía impulsora y parte de una nueva literatura infantil que hablaba a los niños de igual a igual y que tenía el mismo valor artístico que su contrapartida adulta”.

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