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El reloj de flores— By Aldana Muñoz

Carlos Linneo, llamado Príncipe de los botánicos por Jean-Jaques Rousseau, cosechó gran fama y prestigio en sus setenta años de vida. Nacido en Suecia en 1707, muy joven realizó su primera expedición científica a Laponia. Aunque su formación era médica, supo compaginar zoología, botánica, medicina y farmacia. Considerado uno de los primeros naturalistas, envió a sus alumnos más destacados a diferentes viajes de exploración alrededor del mundo. Uno de estos, Daniel Solander, acompañó a James Cook en su primera expedición al Pacífico sur. El mismo Linneo (nombre castellanizado, en sueco Carl von Linné, aunque él prefería ser llamado según su latinización, Carolus Linnaeus) viajó frecuentemente por Europa, pero prefirió servirse de su sistema de clasificación, no en vano se le considera el padre de la taxonomía moderna, para unificar los criterios de descripción y hacer obsoleta la antigua necesidad de estar presente frente al espécimen a tratar.
En este reloj floral se han elegido las siguientes flores: para dar la 1, el clavel silvestre, que cierra a las 13 horas para las 2, la pimpinela escarlata, que cle- ma a las 14 horas para las 3, el amargón, que cierra a las 15 horas; para las 4, la correhuela, que cierra a las 16 horas para las 5, el nenúfar blanco, que cie ma a las 17 horas para las 6, la oreja de gato, que abre a las 6 horas para las 7, la calendula africana, que abre a esa hora: para las 8, la pelusilla ratonera. que abre a esa hora para las 9, el cardo, que entonces se cierra: para las 10 la làmpsana, que cierra a esa hora: para las 11, la estrella de Belén, que abre a esa hora, y para las 12, la pasionaria, que abre al mediodía. Fotografía publicada en «El libro gordo de Petete» año 1985
Aunque el reloj es una creación del hombre para medir el paso del tiempo, la naturaleza ha dotado a los seres vivos de un reloj especial para adecuar su ritmo a sus propias funciones y a los cambios que se operan en el ambiente que los rodea. Es el llamado reloj biológico, que les permite crecer y sobrevivir.
Este reloj biológico apasiona a los investigadores actuales, que han creado ingeniosos aparatos y realizan minuciosas observaciones para comprender el funcionamiento de este maravilloso mecanismo. Aunque todavía muchos aspectos son desconocidos, puede afirmarse que el reloj biológico funciona movido por una energía interna y se ajusta a sus propios ciclos gracias a la acción de un factor exterior estable, como es la salida y la puesta del Sol.
Teniendo en cuenta el reloj biológico de las flores se han construido curiosos relojes florales.
He, aquí algunas flores silvestres con un reloj biológico tan exacto. que permite utilizarlas en los hermosos relojes florales. De izquierda a derecha: Estrella de Belén amarilla. amargón, pimpinela escarlata, pelusilia u oreja de ratón y cardo. que abundan en el hemisferio norte.

PRIMERAS OBSERVACIONES
El primer dato histórico concreto sobre la particularidad de ciertas flores de abrirse durante el día y cerrarse durante la noche data de la época de Alejandro Magno, en el siglo IV antes de Cristo. Se dice que durante su marcha hacia la India, uno de los generales, llamado Androstenes, observó que las hojas del tamarindo, árbol tropical, se abrían durante el día y cerraban durante la noche. Sin embargo, fue necesario llegar al siglo XVIII para que se hicieran observaciones metódicas sobre este extraño fenómeno.
Juan Jacobo De Mairan era un astrónomo francés a quien le gustaba observar las estrellas y las plantas. Así descubrió un grupo de éstas, llamadas sensitivas, que reaccionan ante el tacto, el calor y otros estímulos y que, siguiendo el ritmo del día, se abren con la luz solar y se cierran en la oscuridad.
De Mairan continuó con sus observaciones y expuso el resultado de las mismas a la Real Academia Francesa de Ciencias. En ellas decía: «No es necesario que la planta esté expuesta al Sol o al aire libre. El fenómeno no es sino un poco menos notable cuando se mantiene en la oscuridad, continúa abriéndose durante el día y plegándose durante la noche, cosa que puede observarse con regularidad. Así, pues, la planta sensitiva siente el Sol, aunque no lo vea». Esta última conclusión era equivocada, pues no hay planta, por sensible que sea, que pueda percibir el Sol sin recibir directamente sus rayos. Lo que ocurrió es que De Mairan había descubierto el reloj biológico de la sensitiva que le hacía seguir el ritmo de su ambiente natural, aun cuando temporalmente estuviera aislado de él.

FLORES CON RELOJ PROPIO
El gran naturalista sueco Carlos Linneo (1707- 1778), gran conocedor del mundo vegetal y animal y a quien le debemos una clasificación de los seres vivos que aún se utiliza, observó que deter- minadas flores se abrían siempre a la misma hora; entonces pensó realizar un reloj floral, utilizando principalmente plantas silvestres. Esta idea fue pronto aplicada por los jardineros de los palacios europeos, y en muchos de ellos se hicieron estos fascinantes relojes. El procedimiento era semejante: la cara del reloj se hacía por medio de canteros, en los que se sembraban plantas que se abrían o se cerraban en las horas correspondientes. Así, en un día de Sol se podía saber qué hora era mirando las flores de los canteros. El reloj que publicamos se basa en flores que se en- encuentran en los jardines europeos.
Los estudios sobre el reloj biológico de algunas plantas han dado resultados sorprendentes. Así, en la universidad de California, Estados Unidos, el profesor Karl Hamner descubrió que una variedad de soya se comporta como una verdadera computadora y florece cuando los ciclos de luz y oscuridad son de 24 horas.

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