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Nueva generación— By Rafael Ariza

—No hagas ruido —susurra Eyi—, allá está nuestra presa de hoy. Si lo hacemos bien, comeremos carne.
—No veo nada —responde con el mismo volumen de voz Kyo—. ¿Dónde está?
El índice de Eyi señala una silueta regordeta que se mueve entre ruinosas construcciones invadidas por vegetación espesa y negruzca.
—Tú ve por la izquierda, yo iré por la derecha. Así no escapará —explica categórico Eyi. Un adolescente pelado a rapa, de ojos marrones y con tantas cicatrices marcadas en su torso desnudo como líneas fronterizas entre los estados del nuevo mundo.
—Lo haré, lo haré. Esta vez no tendré miedo.
—Eso espero, ¿estás listo? Vamos.
Los chiquillos corren en sentidos opuestos para rodear el edificio que alberga a su presa. Son tan rápidos que hacen chillar al viento con su roce. En tres segundos exactos recorren los más de trescientos metros que los separaban del objetivo.
Eyi se planta frente al espécimen. Se mantiene inmóvil, pero sus ojos delatan el miedo que agarrota sus tripas. Lo controla, no es la primera vez que pasa por esto. Debe distraer a la presa, Kyo se paralizó de nuevo.
—¿Eres un niño del nuevo mundo? —pregunta el hombretón de figura elefantiásica y movimientos lentos. El chico no comprende, los sonidos que salen de la boca del animal obeso que lo mira con atención no tienen un significado que su cerebro pueda descifrar. Al menos no como el hombre cree. —Nunca vi uno a uno de ustedes de cerca. Dicen que son peligrosos y antropófagos. Yo creo que exageran.
La indecisión de Kyo provoca que la desesperación se apodere de Eyi, eso lo lleva a cometer un error. Pierde el contacto ocular con la presa y dirige la mirada a Kyo, para urgirlo a actuar con un gesto de la cabeza.
El contrincante interpreta las señas antes que el joven cazador a su espalda. La pesada humanidad se vuelve ágil, con movimientos enérgicos atrapa a Eyi entre sus poderosos brazos. Al primer apretón una costilla cruje, le acompaña un grito de dolor.
—¡¿Me cazan?! ¡Malditos engendros! Soy sobreviviente de una civilización tan violenta que este nuevo mundo no es más que un remanso de paz para mí. ¡Yo soy un vestigio que se debe respetar, hijos de p…
Un rapidísimo borrón golpea la cabeza del obeso. Sus últimas palabras se bañan de la sangre que inunda su tráquea. Kyo lo golpea a tal velocidad que corta de cuajo, y en diagonal, la rechoncha cabeza. El mortal abrazo se convierte en carne flácida rodeando el delgado cuerpo de Eyi.
Los muchachos celebran el éxito con un choque de palmas por encima de sus cabezas. Con alegría en sus infantiles semblantes, se disponen a aprovechar su trofeo de caza.
RaS [2023fdcp]
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