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CESAR by Antonio Toribios

Imagen tomada de Pinterest

Día 15 de marzo

A César todo el mundo le llamaba Tarús. Todo empezó en parvulitos, cuando a la señorita Leocricia, una solterona con esteatopigia, le dio por llamarle cariñosamente Cesarín. En Tercero, don Menigno, un pícnico guasón, varió el apelativo convirtiéndolo en Tarín y de ahí a que Especioso lo dejara en Tarús solo hubo un paso.

Especioso era el compañero de pupitre de Tarús en bachillerato. Era menudo y explosivo como la mostaza, decían algunos, y padecía de azogue, según doña Madrona, madre adoptiva de Cesarín.

Doña Madrona no había tenido suerte en el amor. A los veinte años se enamoró perdidamente de Clemente, un cura yeyé de guitarra en bandolera y sonrisa profidén, pero la cosa no fraguó porque impuso la vocación entre el clérigo y los acercamientos de la ninfa. Marcada por ese desengaño, anduvo Madrona en brazos de varios y en boca de la vecindad, hasta hallarla los treinta desangelada y sola como una facultad de Clásicas en tiempos de barbarie.

Fue entonces cuando apareció Raimundo, un castigador curtido en mil peleas, del que Madrona se prendó. Pero el chulo resultó un bluf a la hora de rendir cuentas en el ara de la pasión y Madrona no estaba ya para bobadas. Fue por entonces cuando apareció Cesarín en un portal y se lo quedó sin más explicaciones. Los vecinos aceptaron el hecho sin darle más vueltas, y la imagen de la casquivana trocó en cuestión de días en madre entregada en el ministerio que auguraba su nombre.

Cesarín fue creciendo en el seno de aquella familia monoparental, con la compañía de un pequeño transistor que suplía la presencia de hermanos, tíos y primos. Ello propició que Tarús adquiriese pronto una gran elocuencia y diese muestras prematuras de dominar el difícil arte de la oratoria. De ahí a la política hubo solo un paso, habida cuenta de coincidir su adolescencia con una etapa de agitación, y ya se sabe lo del río revuelto. Con el tiempo llegaría a ser un líder carismático, lo que haría de su nombre una premonición.

Publicado en EL ENVÉS DE LOS DÍAS. Hojas de almanaque.


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