Sobre Carta a un Joven Poeta de Virginia Woolf
Entonces Virginia insiste en el asunto ese de Carta a un Joven Poeta. No sé bien en qué fecha de 1931 empezó a mencionarlo en su diario que estoy leyendo ahora. El caso es que para 1932 (Enero y Febrero) ha insistido varias veces, y me picó la curiosidad.
Recurrí a la búsqueda en línea y encontré una versión en inglés que anota ser publicada por Hogar Press en 1932. Los preámbulos, el tono de los preámbulos que utiliza Virginia Woolf en esta “carta” son los del analítico, nada de paternal o maternal como se esperaría que utilizara un experto hacia un principiante. Incluso a ratos, el tono es descorazonador y hasta desdeñoso.
Las últimas dos partes de la carta que constan de dos tupidos y extensos párrafos, el tono y contenido se sienten más conciliadores, incluso, cándidos. En esta parte Virginia admite que no comprende algo concreto en la poesía moderna, sin embargo, reconoce los valores de lo sugestivo, en cierto modo, lo creativo de querer el poeta exteriorizar ese mundo abstracto que solo él ve dentro de sí. No siente ella que ese mundo haga eco en el mundo de la realidad exterior, o que no ve ella ninguna referencia entre ese abstracto y excitante mundo interior del poeta, con el mundo exterior del lector común. En eso ella encuentra una de las cuarteaduras o fisuras más peligrosas de la poesía moderna. Y aconseja al joven poeta a aprender a ver también hacia afuera, a escuchar a la señora x, o al cuate aquel, ella, y los señores, es decir, poder ponerse en el lugar de cualquiera a la hora de escribir. Me parece buen consejo. Saber que la realidad tiene muchas caras, voces o matices, solo puede enriquecer todo acto creativo.
Lo que hallo difícil de tragar, es la ya sea pretendida o auténtica arrogancia con que los narradores, entre los cuales se encuentra ella misma, desdeñan las bases y la forma de la poesía, no sé si es desdeñar, el caso es que pone a la poesía en desventaja contra la prosa, mediante el alegato de que el uso de la rima (que ya casi ni se usa) limita la profundidad, la vastedad de la expresión poética, (quizá por ello, Virginia Woolf se desplaya poeticamente en su narrativa) como si la poesía fuera solo palabras medidas, sin tomar en cuenta que el trabajo, o el placer, o la tortura, o la búsqueda principal de los poetas es encontrar cómo quitar los límites a las palabras, hacer que una línea, incluso una plabra, digan más de lo que en la prosa acostumbran decir. Desde la experiencia del poeta, la poesía es más que palabras, éstas son solo un medio para explorar esa rara sustancia que fluye en la existencia de toda persona, aun cuando algunos lo ignoran, y no pueden precisar qué cosa es, hasta que leen un buen poema.
Este tono: “Naturalmente, cuando una carta costaba media libra para ser enviada, tenía que tratarse de un documento algo importante; era leído en voz alta, se ataba con una seda verde, después de cierto número de años se publicaba para el infinito deleite de la posteridad. Pero su carta, al contrario, tendrá que ser quemada, solo costó medio centavo para ser enviada, por tanto, podía darse el lujo de ser íntima, irretiscente, indiscreta al extremo” hay aquí cierto desdén hacia la carta del joven poeta que quizá le cuenta aquí algunas cosas privadas sobre terceras personas, y donde además, al parecer, el joven se queja de que encuentra difícil escribir poesía sobre personajes y situaciones concretos. Y además, el confianzudo le pide que le escriba y le diga lo que ella piensa sobre la poesía: ”Escriba y dígame hacia dónde va la poesía, o si está muerta”
Ella le contesta que cartas como las de él, que es una carta de verdad, pueden leerse en voz alta h han de ser quemadas porque no vivirán para la posteridad. Golpe brutal:
“Antes de empezar, tengo que aceptar esos defectos, ambos natural y adquiridos, los cuales, como encontrarás, distorsionan e invalidan lo que tengo que decir sobre la poesía.” (su falta de educación formal, la cual ella señala como el inconveniente principal para validar su preceptiva sobre poesía) otro obstáculo que ella pone o quizá sea aceptable, es que su práctica en la prosa, la llena a ella y a muchos narradores de una actitud de celos tontos con respecto a la poesía. Aquí, la razón empieza a equilibrar la balanza y es una parte que me gustó mucho:
“Por ciertas frases en su carta, deduzco que usted piensa que la poesía es un camino precario, y que su caso como poeta, en este particular otoño de 1931 es mucho más difícil que el de Shakespeare, Dryden, o Tennyson. De hecho, es el más arduo que jamás haya habido. Aquí me da el comienzo que voy a tomar para una pequeña charla: Nunca se piense singular, nunca considere su caso más difícil que el de otra gente. Admito que la edad en la que vivimos, lo hace difícil. (pero) Por primera vez en la historia hay lectores, un gran número de gente que se ocupa de negocios, de deportes, de cuidar a sus abuelos, de arreglar paquetes detrás de un mostrador, todos ellos leen ahora, y quieren que se les enseñe cómo leer y qué leer, y sus maestros (los reseñistas, los conferencistas, los presentadores) deben con toda humanidad hacer la lectura fácil para ellos”
Me gusta ese pensar en otros. Quizá no todos los lectores en la actualidad están en esas circunstancias, a algunos les gusta el reto de la lectura difícil, sin reseñas, ni explicaciones para hacer tierra, pero nunca está de más uno que otro pie de página.
Luego continúa diciendo al poeta, que está bien a veces apoyarse en lo establecido (Shakespeare, Tennyson, etc), incluso dejar que todos esos grandes del tiempo, formen parte del presente particular, aceptar que vivan en uno.
Es una carta extensa para ser carta, y llena de paréntesis y referencias alternas que a la autora en su momento, parecen haberle conectado con lo que tenía en mente decirle al joven poeta. Esas digresiones son parte del encanto literario de Virginia Woolf. Quizá valga la pena un día leer una traducción completa de la supuesta carta, que más bien sería un ensayo, de momento he querido solo hacer referencia a las inquietudes que despertó en mi primera lectura.
Entonces Virginia insiste en el asunto ese de Carta a un Joven Poeta. No sé bien en qué fecha de 1931 empezó a mencionarlo en su diario que estoy leyendo ahora. El caso es que para 1932 (Enero y Febrero) ha insistido varias veces, y me picó la curiosidad.
Recurrí a la búsqueda en línea y encontré una versión en inglés que anota ser publicada por Hogar Press en 1932. Los preámbulos, el tono de los preámbulos que utiliza Virginia Woolf en esta “carta” son los del analítico, nada de paternal o maternal como se esperaría que utilizara un experto hacia un principiante. Incluso a ratos, el tono es descorazonador y hasta desdeñoso.
Las últimas dos partes de la carta que constan de dos tupidos y extensos párrafos, el tono y contenido se sienten más conciliadores, incluso, cándidos. En esta parte Virginia admite que no comprende algo concreto en la poesía moderna, sin embargo, reconoce los valores de lo sugestivo, en cierto modo, lo creativo de querer el poeta exteriorizar ese mundo abstracto que solo él ve dentro de sí. No siente ella que ese mundo haga eco en el mundo de la realidad exterior, o que no ve ella ninguna referencia entre ese abstracto y excitante mundo interior del poeta, con el mundo exterior del lector común. En eso ella encuentra una de las cuarteaduras o fisuras más peligrosas de la poesía moderna. Y aconseja al joven poeta a aprender a ver también hacia afuera, a escuchar a la señora x, o al cuate aquel, ella, y los señores, es decir, poder ponerse en el lugar de cualquiera a la hora de escribir. Me parece buen consejo. Saber que la realidad tiene muchas caras, voces o matices, solo puede enriquecer todo acto creativo.
Lo que hallo difícil de tragar, es la ya sea pretendida o auténtica arrogancia con que los narradores, entre los cuales se encuentra ella misma, desdeñan las bases y la forma de la poesía, no sé si es desdeñar, el caso es que pone a la poesía en desventaja contra la prosa, mediante el alegato de que el uso de la rima (que ya casi ni se usa) limita la profundidad, la vastedad de la expresión poética, (quizá por ello, Virginia Woolf se desplaya poeticamente en su narrativa) como si la poesía fuera solo palabras medidas, sin tomar en cuenta que el trabajo, o el placer, o la tortura, o la búsqueda principal de los poetas es encontrar cómo quitar los límites a las palabras, hacer que una línea, incluso una plabra, digan más de lo que en la prosa acostumbran decir. Desde la experiencia del poeta, la poesía es más que palabras, éstas son solo un medio para explorar esa rara sustancia que fluye en la existencia de toda persona, aun cuando algunos lo ignoran, y no pueden precisar qué cosa es, hasta que leen un buen poema.
Este tono: “Naturalmente, cuando una carta costaba media libra para ser enviada, tenía que tratarse de un documento algo importante; era leído en voz alta, se ataba con una seda verde, después de cierto número de años se publicaba para el infinito deleite de la posteridad. Pero su carta, al contrario, tendrá que ser quemada, solo costó medio centavo para ser enviada, por tanto, podía darse el lujo de ser íntima, irretiscente, indiscreta al extremo” hay aquí cierto desdén hacia la carta del joven poeta que quizá le cuenta aquí algunas cosas privadas sobre terceras personas, y donde además, al parecer, el joven se queja de que encuentra difícil escribir poesía sobre personajes y situaciones concretos. Y además, el confianzudo le pide que le escriba y le diga lo que ella piensa sobre la poesía: ”Escriba y dígame hacia dónde va la poesía, o si está muerta”
Ella le contesta que cartas como las de él, que es una carta de verdad, pueden leerse en voz alta h han de ser quemadas porque no vivirán para la posteridad. Golpe brutal:
“Antes de empezar, tengo que aceptar esos defectos, ambos natural y adquiridos, los cuales, como encontrarás, distorsionan e invalidan lo que tengo que decir sobre la poesía.” (su falta de educación formal, la cual ella señala como el inconveniente principal para validar su preceptiva sobre poesía) otro obstáculo que ella pone o quizá sea aceptable, es que su práctica en la prosa, la llena a ella y a muchos narradores de una actitud de celos tontos con respecto a la poesía. Aquí, la razón empieza a equilibrar la balanza y es una parte que me gustó mucho:
“Por ciertas frases en su carta, deduzco que usted piensa que la poesía es un camino precario, y que su caso como poeta, en este particular otoño de 1931 es mucho más difícil que el de Shakespeare, Dryden, o Tennyson. De hecho, es el más arduo que jamás haya habido. Aquí me da el comienzo que voy a tomar para una pequeña charla: Nunca se piense singular, nunca considere su caso más difícil que el de otra gente. Admito que la edad en la que vivimos, lo hace difícil. (pero) Por primera vez en la historia hay lectores, un gran número de gente que se ocupa de negocios, de deportes, de cuidar a sus abuelos, de arreglar paquetes detrás de un mostrador, todos ellos leen ahora, y quieren que se les enseñe cómo leer y qué leer, y sus maestros (los reseñistas, los conferencistas, los presentadores) deben con toda humanidad hacer la lectura fácil para ellos”
Me gusta ese pensar en otros. Quizá no todos los lectores en la actualidad están en esas circunstancias, a algunos les gusta el reto de la lectura difícil, sin reseñas, ni explicaciones para hacer tierra, pero nunca está de más uno que otro pie de página.
Luego continúa diciendo al poeta, que está bien a veces apoyarse en lo establecido (Shakespeare, Tennyson, etc), incluso dejar que todos esos grandes del tiempo, formen parte del presente particular, aceptar que vivan en uno.
Es una carta extensa para ser carta, y llena de paréntesis y referencias alternas que a la autora en su momento, parecen haberle conectado con lo que tenía en mente decirle al joven poeta. Esas digresiones son parte del encanto literario de Virginia Woolf. Quizá valga la pena un día leer una traducción completa de la supuesta carta, que más bien sería un ensayo, de momento he querido solo hacer referencia a las inquietudes que despertó en mi primera lectura.