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Babel Tower— By Rafael Ariza

«Las amenazantes sombras, que se mueven al compás de la mortecina luz de luna que entra por los ventanales de vidrios rotos, parecen alinearse para formar un espectral y tétrico ejército formado por criaturas de pesadilla.
Así son las noches de luna llena en el abandonado edificio de mil habitaciones. Las características del carcomido papel tapiz de sus paredes, de los jirones de alfombras que cubren ciertas superficies de sus pisos y de algunos desvencijados muebles polvorientos, cuentan de una suntuosa exquisitez pretérita. La fastuosidad del Babel Tower, otrora el mejor hotel del orbe…»
—¡Ay, ya cállate! Si vas a seguir con tus delirios de escritor fracasado, ten la cortesía de leer mentalmente tus raquíticos intentos —grita Katy, burlona y humillante.
Desesperar a Ronie, su hermano menor, es su forma favorita de pasar el tiempo.
—¡Te voy a matar, Katy, lo juro! —chilla con ira e inicia la persecución de su hermana entre los cuartos del hotel.
—¡Mamá, papá, Ronie quiere matarme! —aúlla Katy.
—Niños, compórtense o su madre les dará una reprimenda —advierte el señor Carmona, con una voz tan ronca que parece resonar en cada rincón.
—Sí, papá —responden al unísono los jóvenes, mientras se lanzan señas obscenas a espaldas del padre.
—Papá, ¿cuánto hay de verdad en la historia que afirma que este hotel fue construido sobre un cementerio? —pregunta Ronie con timidez, observando la página de sociales del periódico que cubre el rostro de su padre.
—Mucha —contesta Carmona con su peculiar voz. El diario descansa ahora en su regazo, observa a los ojos a su hijo y continúa—. El yermo en el cual construyeron este lugar es el mismo que durante eones acogió en descanso eterno a seres que son ajenos a la historia de la humanidad. Gracias a eso es posible nuestra existencia.
—¡Ay, papá! ¿Por qué le das material para que siga con sus estúpidas historias de terror? Ahora se hará insoportable —exclama Katy con sorna, provocando los consabidos arrebatos de incontrolable molestia en Ronie.
El progenitor se limita a sonreír antes de seguir con la lectura de la gaceta. En ese momento su vista se posa sobre una figura femenina, alta y esquelética, que arrastra los cuerpos ensangrentados y deshechos de dos jóvenes. El rostro del hombre se torna serio, después abre la boca con exageración y sorpresa ante la macabra escena.
—¡No lo puedo creer!
—Es mejor que lo hagas, cariño —exclama la mujer.
—¿Youtubers, otra vez? —indaga el señor Carmona.
—Así parece. Estos niños de ahora no creen en nada. Creen que sus artilugios tecnológicos los protegen de la maldad y de lo que acecha en la oscuridad…
—Les llaman teléfonos inteligentes, mamá —interrumpe Katy.
—¿Tú hiciste eso, Nina? —pregunta Carmona, con preocupación.
—No tuve alternativa. Me descubrieron en el hueco del ascensor, buscaba ratas para la cena —contesta con un falso dejo de arrepentimiento. —Por cierto, quedan otros cuatro que me vieron. Dos mujeres y dos hombres, todos jóvenes y con el cuerpo lleno de cacharros luminosos.
—A esas las conocen como cámaras, mamá. Las usan con la esperanza de grabar seres sobrenaturales o anormales…
—¡No me importan las costumbres ni las posesiones de los vivos, necesitamos que no salgan del hotel! —estalla la atiplada voz de Nina, sacudiendo los pocos cristales sanos en los ventanales—. Estos dos nos alimentarán por un buen tiempo.
Los hijos tiemblan ante la furia materna, con urgencia traspasan paredes y puertas para cumplir la orden.
—Yo me encargo de los chicos —afirma Katy—, parecerán suicidios.
—Y yo de las damiselas —dice Ronie—, serán accidentes raros.
—¡Vayan ya! —chilla iracunda la madre—. Desaten el horror y la locura, revivan el Babel Tower.

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