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#13 Desde el balcón… Elvira González

Samantha solía permitirse toda clase de caprichos, al conocer a un atractivo fotógrafo quien se sintió cautivado. Le propuso hacerle una sesión con poca ropa, ella era tan libre, aceptó encantada. Parecía haber posado siempre, la cámara la adoraba, él se acercaba a ella a soltarle el cabello, acomodar las prendas. Terminó vistiendo solo la piel, cubierta con joyas, les había resultado tan excitante. Que él varonil caballero terminó elogiando su belleza de formas que hacía estremecer a cualquiera. Ella lo amaba a su manera, él se quedó enganchado hasta con el alma aceptaría cualquier muestra de afecto. Aunque eso implicara aceptar la presencia de otro hombre en la vida de su insaciable amante.
Adelantada a su época, pensaba que así como de pronto tenía antojo de comer algo, al día siguiente quizás no querría degustar lo mismo. Cuando fallece su amado esposo, queda en total libertad de disfrutar al extremo. El chófer Mariano había sido el primero, guapo, candente, divertido, la hizo bailar entre las sábanas múltiples veces, pero se enamoró. Solamente la quería para él, le hizo una propuesta de matrimonio, la cual rechazó. Era libre y millonaria, no quería que le cortaran su libre alberdrío. Tener que atender al hombre, en vez de ser complacida en cada momento, sabían que tenían competencia, lo que resultaba promover se esforzaran más.
El licenciado Ferguson quedó cautivado por Samantha desde que habló con ella la primera vez, al verle flechado, al primer roce de labios. Sabía que le amaría por el resto de su vida. Él la protegía, tenía conocimiento de los otros, pero en vez de reprocharle, usaba su creatividad para mantener el deseo en aumento. Además de invitarle al teatro, cenas a lujosos lugares para terminar haciéndole gozar hasta en el interior de un elevador, tras activar la alarma. Ese tipo de detalles hacían feliz a Samantha, él le conocía mejor que ninguno, sabía todos sus secretos. Por eso cuando el incidente ocurrido, él la ayudó a maquillar todo para evadir la investigación era un hombre muy listo. Ahora enfrentaba algunas consecuencias…
La ópera le había parecido llena de magia sería inolvidable para ella, claro que esos mimos tan candentes de Clifford influían. Era encantador, le envió el elegante vestido y los accesorios, tal parecía que sus manos concocían cada medida de su figura. Cada vez le gustaba más, varonil, caballeroso, gran conversador, le escuchaba con atención además de que sabía perfectamente como satisfacerle íntimamente. La tenía fascinada, esa noche después de la delicosa cena, al llegar a su apartamento, la sedujo nuevamente. Comenzó a besarle con pasión, los labios, el cuello, la sentó en la sala, de rodillas ante ella. Abrió el escote del vestido dejando descubiertos sus voluptuosos atributos, los cuales disfrutó estimular. Comenzó a subir la falda, mientras le preguntaba si acaso recordaba las notas que cantó en la ópera, le sacó la penda de encaje. Se sumergió en el destino final de esa noche, Sofía cantó aún más alto.
Ambos tenían prisa por sentirse piel con piel, ella se tornó más ardiente, (cada vez se sentía con más seguridad en la intimidad) lo hizo sentarse. Apoyada en sus rodillas le demostró lo feliz que la hacía, extasiado por aquel tratamiento sublime, la sentó encima. Agitados, con buen ritmo, cantaron ópera al unísono, se quedaron abrazados, Clifford le dijo «definitivamente te amo». Sofía lo miró acariciando el atractivo rostro, «definitivamente yo también te amo», imprimió un beso suave en los labios. Minutos después, se levantaron tomados de la mano se fueron a dormir muy acurrucados, entre suspiros.
Tania a quien le habían cantado en italiano, después de cenar espagueti con una copa de vino tinto y helado de albahaca de postre. Parecían magnetos sus labios se atraían de tal forma, la invitó a tener una pijamada, solo que durmió sin tal prenda. Giuseppe estaba feliz de que se mudara muy cerca de su heladería, así podrían pasar más tiempo juntos. Se ofreció a ayudar con la mudanza, preguntaba que le hacía falta, quería obsequiarles un pequeño huerto para la cocina. Ella le había platicado que a Sofía y a ella les gustaba aprender a preparar nuevas recetas. Apenas amaneció los enamorados prepararían un delicioso desayuno para sus amadas, sabían que al mudarse el fin de semana tendrían un largo día. Jugo de naranja recién exprimido, huevos, tostadas con mermelada, café. Esa era una excelente forma para dar los buenos días, ambas amigas llegaron flotando entre nubes a la oficina. Lo primero que hacían era poner a trabajar a la cafetera, necesitaban hacer unas correcciones al contrato de renta, entre otros documentos. Tania se sentó frente a su adorada máquina de escribir, sus dedos cada vez más ágiles tecleaban.
Cuando los papeles estaban listos, Sofía salió a ver a Mr. Sandwich era importante hacer oficial el trato. En una mano llevaba los documentos y en otra la taza de aromático para Matt el portero, (lo cual siempre agradecía.) Su agudo olfato percibió olor a galletas o pan recién horneado. El gentil hombre le hizo saber que el el aroma a mantequilla le hizo saber que la señora Sara además de pintar parecía tener talento en la cocina. (Lo que no sabían es que era dirigido a Gustav el periodista, a quien estaba conquistando, había encontrado su lado flaco.)
Mientras caminaba se percató que estaban arreglando un pequeño local muy cerca, entre la heladería y el apartamento, tenía curiosidad. Entonces se acercó a preguntar si lo rentaban, con algo de pintura en la ropa el dueño se presentó. Mencionó que lo arreglaba para rentarlo, pero no conocía ninguna inmobiliaria, con una sonrisa sacó la tarjeta. Después de charlar le convenció, más tarde llevaría los documentos a la oficina. Continuó con su objetivo, el matrimonio firmó el contrato le entregó el dinero, se cambiarían el fin de semana. Quizás se verían más tarde para comer una ensalada. Pasó frente a la headería, Giuseppe la alcanzó, enviaba algo en una bolsa de papel para su adorada Tania. Le hizo saber que el nuevo local sería su competencia, al verle pálido, soltó la carcajada. Ella se encargaría de promoverlo, pensaba en algo que le ayudara, Giuseppe se tornó rojo como un tomate. Era un buen hombre, casi sin malicia, le brillaban los ojos al nombrar a Tania.
Al regresar a la oficina entró mostrando una bolsa de papel con una nota, lacolocó al lado de la máquina de escribir. Tania sonrió al verla. Abrió el paquete, dos bizcochos de chocolate, era una nueva receta de Giuseppe. Una nota donde le recordaba la noche anterior, la hacía sentir especial le aclaraba estar muy enamorado. Le compartió a Sofía una prueba, eran deliciosos, chocolate amargo con toque de café expreso. Mencionó el nuevo cleinte del local, sería ideal algo como café y bizcochos para levar. Para no interferir con la heladería y los bocadillos, además apenas tenía enpacio para dos mesas pequeñas, o una barra con tres o cuatro bancos.
Más tarde llegó puntual el dueño del pequeño local, ya sin pintura, firmaron papeles, se pondrían a trabajar para brindarle buen servicio.
Esa tarde saldrían temprano cada una necesitaba empacar, aunque tenían pocas cosas, Tania menos muebles que Sofía, era mucho trabajo por hacer. Pasaron los días tan rápido como pasa el agua por un filtro, sus respectivos hombres les asistían. Clifford organizó a los del camión, el viernes muy temprano recogerían las cosas de Sofía y las llevarían al nuevo domicilio. Viernes más tarde lo mismo el espacio de Tania fue más rápido de vaciar. Las dos estaban en el nuevo apartamento esa tarde. El refrigerador en su lugar necesitaba reposar, la lavadora requería la instalación, los muebles y cajas colocados en su lugar. Faltaba abrir cajas y desempacar, esa noche cada una dormiría con su querido enamorado.
Al día siguiente después de desayunar, huevos con jamón, tostadas, café, se encontraron en el apartamento ambas. Cliffrod y Giuseppe acordaron llegar más tarde tenían asuntos pendientes. Lo que no sabían es que regresarían con todo para llenar el refrigerador y la despensa, además de flores para cada una. Poco tiempo después llegaron, todos vestidos informalmente, las chicas habían avanzado bastante, eran organizadas. Sorprendidas y conmovidas, parecía que un regimiento comería ahí, además de artículos de limpieza, llevaron unas botellas de vino. Al terminar de colocar todo en su lugar, el nuevo espacio se veía realmente bien, tenían algunas plantas, quizás añadirían después más detalles decorativos. Bajaron a comer los famosos bocadillos, brindaron por las emprendedoras, quienes advirtieron querer domir esa noche ahí.
Así que después de salir un rato, Tania estuvo en la heladería con Giuseppe más tarde la llevó a su casa. Sofía se había acurrucado con Clifford a ver películas, la fue a dejar a su nuevo hogar, tres besos después, no le invitaría a pasar (esa noche). Habian acordado tener una noche de amigas, estrenarían la cocina ordenaron una pizza, una copa de vino. Tenían mascarilla de pepino para ponerse, verían una película, helado de postre. Se coordinarían cuando una quisiera llevar al novio la otra saldría, así las dos tendrían privacidad. Pronto harían una cena para los cuatro…
Sentada en la pelota de pilates, descalza, con una malteada de chocolate. He encendido velas a favor de la salud, paz, amor, armonía, bienestar y empatía, por un mundo mejor para todos. El ambiente huele a tarta de manzanas con canela, azúcar derretida, Sobre la mesa hay pequeños bocadillos de queso también, servicio de café, variedad de infusiones. Al lado el cómodo sofá, frente a un mural con diferentes tonos de azul. Mientras escucho a GIMS & Sting – Reste- me encanta, ritmo genial. Agradezco tu especial presencia al blog.
Respira profundo. Inhala sintiendo y exhala agradeciendo…

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