El fuego despliega su magia. El embrujo se libera en lenguas ardientes que cantan al cielo. Los labios susurran sortilegios, y el hechizo se esparce como un manto en cada llamarada. Un escalofrío me recorre la espalda. Es el pálpito de la naturaleza, el encantamiento de la vida. En este solsticio de verano arrojo a la hoguera lo que me lastra. Y bailo purificada.