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A PACO (WP MAR 2023) by Francisco Bravo Cabrera


(Francisco Bravo Cabrera, Valencia, 13 de marzo de 2023, escuchando Ludovico Einaudi)
Hace cuatro años, cuando al fin regresé a España, y andando por este barrio donde he escogido vivir, me encontré dentro de un bar, allí, muy cerca de casa, y díjeme yo a mí mismo, a este si he de venir. Y así lo vengo ya haciendo, diariamente, cuatro años, y allí me he encontrado amigos que si he llegado a querer. Los jóvenes, listos, guapos, los medio tiempos amables, pero los que más quise, mas quiero y ahora hasta más extraño son los mayores, ¡Qué majos! Pero al pasar de los años, algunos no van viniendo, y algunos no vendrán más.
Paco era uno de aquellos, viejito, ajado, olvidado, venia todas las mañanas, con su andar, tranquilo y lento y se sentaba en la mesa, la de atrás, la de la esquina de nuestro querido bar. Con su voz, alta y sincera, que a veces ni la lograba, por pulmones destrozados de mil cigarros fumar, sentado en aquella silla pedía su café con leche y así lo vi aquel invierno, esperando primaveras, quizá hasta mas vejez, o, quién sabe, una caricia que no llegaba, y que no llegó nunca a ver.
Fue una mañana de un viernes, cuando todavía el frío de marzo nos hacía abrigarnos bien, yendo yo a desayunar vi a Paco, con guantes, gorro, allá sentado en su mesa, la de atrás, la de la esquina, frente a la ventana grande donde él, mirada perdida, esperaba a las abuelas con las que, a esta hora, a diario, compartía el café con leche, el desayuno, el almuerzo. Pero ese viernes no fueron, ni la Amparo ni la Carmen, quizá por el frío que hacía, o por la mucha humedad.
Ese día Paco, sorprendentemente alegre, me lo encontré compartiendo con la dueña y con otros en el bar. Entro yo, "muy buenos días,” me dijo y me soltó un gesto amable, "acércate a mí un momento," y me empezó a contar un cuento como nunca jamás lo había hecho.
Me contó que allá en Madrid, donde vivió hace mil años, tuvo un amor, su pareja y tuvo también negocios… Y note, me di de cuenta, que esos tiempos para Paco fueron sus mejores años llenos de felicidad. Todo eso me contaba al mirar hacia la calle, hacia el cielo, hacia lo lejos, sonriendo leve y por dentro, soñando feliz y tranquilo pensando...
Lo deje, le dije adeu, y seguí hacia mis trajines y él se quedo ensimismado en sus felices recuerdos, tomándose su café.
Esa fue la última vez, su última taza dulce de café de las mañanas, de mirar hacia la calle dónde abundan las farolas, viejas y un poco oxidadas, de otros años, de otros tiempos, y nuestra acera por donde van, andando lento, con cuidado, ya sin prisas y en silencio, los ancianitos vecinos de este nuestro barrio y pueblo. Esos que añoran sonrisas, fuerte abrazos, un par de besos. Los que alimentan recuerdos, remembranzas, soledad.
Adiós Paco, ya te extraño, alegrabas mis mañanas, mi café mi pa amb tomàquet, a veces con tu silencio o hasta con tus raudas críticas a lo que hay, lo que has visto, lo que lees y lo que es. Espero verte algún día, allá arriba en aquel barrio, en el Russafa del cielo, en la luna de Valencia, o adonde sea, porque sé que allá no andarás lento, andarás sonriente, libre, y nunca más solitario…

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